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España España · Madrid
Voto de Tomine:
10
Bélico. Drama Película de encargo para celebrar el 40 aniversario de la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial. Relata, a través de los ojos de un niño progresivamente endurecido por el sufrimiento, la matanza sistemática de los habitantes de las aldeas bielorrusas, más de 600, durante la guerra. (FILMAFFINITY)
26 de noviembre de 2007
61 de 100 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace doce años, cuando aún era un niño, tuve un sueño.

Era un día soleado corriente. Estaba sentado en el jardín de la casa de mis padres, mirando hacia el sur. Nada nuevo. La hierba seca bajo mis zapatillas y el tacto frío de la silla de plástico. Delante de mí estaba mi prima. Charlábamos. La casa era igual. La misma colocación y orientación, exactamente el mismo tamaño. Lo recuerdo perfectamente... como si lo hubiese visto esta noche. Lo he recordado todos estos años. Siempre.
Sólo una cosa. Ni me di cuenta al principio. Las líneas blancas de mi casa no eran rectas ya. Había molduras, esculturas de yeso. Cornisas neoclásicas. Se agolpaban en el perímetro, sin hacer ruido. Provocaban unas sombras... si hubiese sido de noche no las habría visto. Sólo hacía falta que se pusiese el sol, eso era todo.
Charlamos. Noté el tacto de los granos del reloj. Estaba claro que se movían. Los granos se movían pero el sol seguía, y yo no lo miraba. No quería mirar hacia arriba y verlo inmóvil... Llevamos muchas horas hablando y va a anochecer ya. Estoy seguro.
Charlamos. El pelo castaño de mi prima caía sobre sus ojos... y el sol iluminaba sus labios. Su voz se mezclaba con el sonido normal, el siseo normal de la brisa y los pájaros. Por aquel entonces aún no estaba sordo.
Giré la cabeza para romper el reloj de arena. Percibí, sin querer, algo a lo lejos, sobre la llanura. Era un gusano, un huracán. Era un huracán, de abajo a arriba ¿se me entiende? Y no emitía sonido. Podría calcular la distancia... pero no la altura. NO su altura. Estaba sentado en el jardín de la casa de mis padres, mirando hacia el sur. La brisa se mezclaba con el canto de los pájaros.
Giré la vista hacia mi prima y le vi hacer una mueca. Me miró fijamente y sonrió al revés. De sus labios modelados por el sol salieron tres palabras, pero sabía que no eran suyas, sabía que era el gusano el que decía: "ven y mira".
Tomine
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