David Weaver dirige en esta producción canadiense al siempre correcto Samuel L. Jackson en una historia de perdedores y perdidos. La inmortal historia de la vida del recluso que sale de prisión tras pasar una larga temporada entre barrotes para intentar redimirse. Esto no puede ser así, claro está, siempre tiene que venir el jefecillo de turno a tocar la moral del protagonista y hacerle la vida imposible por una cosa u otra. Si metemos algo de acción de por medio, un personaje sorpresa a mitad de trama que está absolutamente vinculado a Jackson, y un actor de genio y figura para unos cuantos minutos como es aquí el estupendo Tom Wilkinson, tenemos hecho el trabajo.

Cierto es que Samuel se prodiga más que nunca en esto del cine últimamente, ya sea en producciones grandes o pequeñas. Y dado que lo que aquí se nos cuenta no es nada nuevo gracias a la escasez de ideas del mundo del celuloide, sí entretiene, que no es poco. El personaje que compone Jackson es un hombre torturado que ha perdido amigos, conocidos y familia a partes iguales. Un perdedor con segunda oportunidad, como mandan los cánones del género. Alguien que l ha perdido todo y que se ve forxado a jugársela una vez más cuando le ponen contra la pared por última vez. El peón del ajedrez es en este caso el personaje de Ruth Negga, que provocará un antes y un después en la vida del protagonista.

Resulta una película pasable, sin alardes, dentro de un guión correcto que no arriesga ni se sale de los cánones. Ideal para una tarde en blanco, o una noche como fue mi caso. No ganará ningún premio ni se alzará entre las grandes ni será alabada por los críticos, pero funciona en su simple mecanismo. Puede hacerse inverosímil todo el tramo final, donde podemos pedir una resolución rápida de la historia, sobre todo para los que hemos visto la repetición de la trama unas cuantas veces ya en otras cintas del mismo corte.

Una opción interesante dentro de las cintas que podrían enmarcarse en el eterno ciclo que es "El pasado siempre vuelve", título de mi crítica que se gana por mérito propio ésta de la que hablo. Para incondicionales de Samuel, de historias de venganza y pasados tortuosos.