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Voto de Juan Ignacio :
6
Romance Historia de amor entre un fotógrafo que está perdiendo la vista y una joven un poco desconectada de la sociedad qué trabaja narrando películas para ciegos. (FILMAFFINITY)
12 de junio de 2018
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Misako Ozaki es una mujer joven que vive sola y trabaja en la audiodescripción de películas para personas ciegas. Su vida personal pasa por un mal momento, su padre, a quien estaba muy unida, ha fallecido recientemente y su madre se encuentra aquejada de alzheimer; para colmo su último trabajo, en fase preparatoria, es duramente criticado por alguna de las personas a quienes va dirigido. Es durante estas últimas sesiones donde conoce a Masaya Nakamori, un famoso fotógrafo, que está perdiendo paulatinamente la vista y se encuentra ya casi en la absoluta ceguera.

Naomi Kawase, directora y guionista de esta obra, sumerge de nuevo al espectador en su conocido universo cinematográfico compuesto de una belleza de gran sencillez, minimalista, simbólica y de fuerte influencia zen; y lo hace de una manera suave, sin hacer ruido, sin tener que resaltar aquello que muestra; a veces, incluso sin palabras, valiéndose tan solo de gestos.

Como en otras películas suyas la directora de Nara, en cuya prefectura ha sido rodada, presenta al ser humano como parte de un todo que es la naturaleza, donde el movimiento de las ramas de los árboles, el sonido que produce el viento que las mece, la luz de las diferentes horas del día..., hacen sentir a la persona como una parte más de ese maravilloso conjunto. De esa delicada forma toca también la visión de la muerte, en este caso desde la vejez, etapa de la vida en la que, se dice en esta historia, la división entre ambas, vida y muerte, se hace borrosa, ya no se llega a distinguir tanto, produciendo en la persona mayor una cierta serenidad ante el fin de su existencia.

En esta cinta donde la luz (ese es su título original: Luz) es un elemento principal, no puede faltar una alegoría sobre ella; por eso estamos ante un personaje protagonista, Nakamori, que sufre la desgracia de estar perdiéndola irremediablemente, mientras que Misako, la protagonista femenina, lucha al no encontrarla, sumida como se halla en sus tinieblas interiores. Y es precisamente en ese encuentro entre estos dos personajes donde el guion flojea ante el resto del argumento, pues dicho encuentro y salida personal de cada uno de ellos no solo resulta algo edulcorado, sino también, y es lo peor, forzado.

Como curiosidad, indicar que las fotos que aparecen en la habitación del protagonista son obra de la propia directora, Naomi Kawase destaca también en esta faceta artística. Y las que aparecen distorsionadas las realizó con gafas que representan ambliopía.

Por último quiero destacar la magnífica fotografía de Arata Dodo.
Juan Ignacio
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