Cuando dos fórmulas por separado empiezan a decaer, una solución puede ser juntarlas a ver que pasa. Y lo que pasa en este caso uniendo a estos pistoleros, cada uno con sus sagas, es que se finiquiten las de los dos. Algo así como hacer competir primero y unir después a Superman con Spiderman. Cada uno con sus propias características, Django (Kendall) su barba mal afeitada y Sartana (Ardisson) con sus puntillas almidonadas.
Esta especie de "Djangartana" acaba siendo una obra menor, pero no inferior a lo que nos tenían acostumbrados estos héroes por separado.
Estamos en la mítica ciudad de Tombstone en 1871, después que Django haya acabado con la banda del Cuervo que aterrorizaba la zona e impedía con su violencia la llegada de inversores del Este. Pero se la juegan al pardillo de su hermano y no hay otra que buscar la correspondiente venganza. Como por allí andaba Sartana a él le cuelgan el muerto, y nunca mejor dicho. Se enfrentan los pistoleros con resultado de empate. Total que ahora son dos amigos en busca del culpable.
El guion es de lo más flojo. Por no cuidar ni siquiera se explica cómo es posible que el cadáver de Singer (Faber) el banquero, desaparezca por arte de magia y entierren un ataúd vacío. Las interpretaciones de los actores allá van también. La música en general con mucho ritmo de guitarra eléctrica pero se deja escuchar.
Alguna escena divertida como el vendedor del "agua milagrosa", una especie de crecepelo que sale a dólar el frasco. Más caro que el minoxidil.
Recomendable sobre todo para los aficionados al western mediterráneo y, por supuesto, para los adictos a estos dos superhéroes del Oeste.