Los grandes intérpretes del western empiezan a hacer mutis por el foro en los años 70 y alguno de ellos quiere despedirse desde la pantalla sin tomarse la molestia de ocultar la edad o sus condiciones físicas. Sin complejos, así lo hace en varias cintas Wayne.
También sin complejos, en la presente lo hacen al alimón Rock Hudson y Dean Martin, que, entrados ya en años y el kilos, interpretan a dos viejos amigos de infancia, Chuck Jarvis y Billy Massey respectivamente. Después de compartir toda suerte de aventuras, la vida los ha situado a uno y a otro lado de la ley. Chuck es ahora sheriff del pueblo de Cumbres en cuya jurisdicción Billy ha robado el tren. Naturalmente, el primero debe salir a la caza del segundo y es en esta persecución donde se encuentra el grueso de la trama.
Pero la relación entre los dos amigos es muy especial. Hemos dicho que han compartido muchas aventuras, sí, pero no todas. Chuck se acaba quedando con Kate (Clark), la chica simpática que ambos pretenden. Por momentos parece que estamos viendo "Dos hombres y un destino" (Roy Hill), estrenada cuatro años antes, a lo que ayuda sin duda los abundantes flashback en blanco y negro que se intercalan en la proyección.
Participa también el tono simpático de Billy, alter ego de James (Newman), y el papel más formal de Chuck en línea con el de Kid (Redford). Lo mismo que el aire desenfadado de los diálogos y el tono de comedia que la obra mantiene por momentos.
Excelente guion, que arranca con una de las mejores escenas con el tren recorriendo parajes de gran belleza mientras es desvalijado con un ardid de lo más ingenioso.
Buena realización a la que cabe oponer la detalladísima descripción del rastreo de los fugitivos. Por un momento hemos pensado titular esta reseña "Rastreator", tanto es el detalle y la meticulosidad con que trabajan los indios contratados al efecto.
Personajes bien trazados, creíbles, tanto el trío de protagonistas principales como todo el resto del reparto. Notables interpretaciones con un Dean derrochando simpatía en su papel de perdedor, y es que padece una "Enfermedad social llamada mala suerte", para acabar imponiéndose a un Hudson un tanto tieso con el bigotón que le aplican. Excelente Clark en medio de los dos, experta en curar luxaciones alternando baños de agua fría por su virtud antinflamatoria y otros de agua caliente que relajan la musculatura.
Final muy adecuado con un brioso tiroteo en medio del bosque calcinado. Tierra quemada que parece simbolizar el ocaso del género y de sus grandes valedores.
Una buena película que recomendamos.