Da la impresión desde el principio del metraje de que todo el proyecto gira en torno al carisma de Robert Downey Jr, que no de Tony Stark o su alter ego Iron Man. Posiblemente, sin la presencia del actor, no se entendería el éxito del proyecto. Legitima incluso el taquillazo de esta mediocre segunda parte. Con una historia que casi no existe, todo el peso recae sobre Downey Jr. Es el que lleva la batuta. Es quien dice cuando te ríes o cuando te emocionas. Por lo demás, esta secuela está llena de artificios (todo muy bien hecho, eso sí) y logra mantener la atención del espectador a duras penas.
Lo mejor: Robert Downey Jr. ¡Gigante!
Lo peor: La historia es nula y Mickey Rourke está en absoluto segundo plano.