Nadie dijo que era fácil, pero el equipo de Toy Story creía en ello. Y lo lograron. Es muy complicado y más aún tratándose de una saga de animación el mantenerse en TODAS las películas a un nivel alto. Han sido (creo que esta vez sí que no habrán más) cuatro películas maravillosas. Algunas de ellas muy distanciadas en el tiempo, pero que han conquistado a varias generaciones y muy especialmente a la que vio aquella primera película en 1995.

Casi 25 años después, con las secuelas de 1999 y 2010, podemos considerar que se ha cerrado un ciclo con brillantez. Se han incorporado nuevos personajes con más aventuras que, como es lógico adivinar, tienen lugar lejos de las tranquilas y divertidas habitaciones de juguetes de los niños. No falta ninguno de los juguetes míticos de toda la saga y se agradece que en el doblaje castellano se hayan respetado las mismas voces. Porque esas voces son igualmente elementos de indudable conexión con esta preciosa serie de animación.

Ni Shrek, ni Ice Age ni ninguna otra serie que haya superado las tres películas ha sabido mantener la calidad artística y de guión que Toy Story. Por eso merece la pena haber esperado tanto tiempo. Ver a padres que en el pasado vieron esa primera película con los suyos y ahora han tomado ese papel. No es de extrañar que los padres de hoy disfruten y se emocionen más que sus hijos, pero ya se darán cuenta estos últimos del difícil parangón. Woody y sus amigos, por si ya no lo habían hecho, han pasado a formar parte de los iconos animados de la Historia junto con estrellas de la talla de Mickey y Donald y para nada estoy exagerando.

Gracias Disney y gracias Pixar por haber conquistado tanto nuestra infancia como una parte de nosotros mismos.