Es una película espectacular en lo visual y en lo técnico, con momentos brillantes, en los que merecería la pena degustar tranquilamente las imágenes, saborearlas como si fuera un documental. En una escena en concreto quedas embriagado, como el protagonista, por una canción a cappella previa al gran combate; en otras, la desolación, la muerte desparramada por todos los recovecos de la pantalla, las penurias del protagonista por sobrevivir, te noquean con su tremendismo y sus cuidadísimos detalles. Pero el punto fuerte de la película es al mismo tiempo su punto débil, porque no es nada más que eso: una sola secuencia, sin cortes ni escenas separadas, de continuo virtuosismo visual, de mostrarte la destrucción, el peligro, la amenaza constante, que termina por ahogar toda reflexión sobre la guerra, todos los diálogos, que son escasísimos y decepcionantes, pues no salen de tímidos tópicos, que ni siquiera llegan a desarrollarse, como avergonzados de sí mismos.
Poco más que eso, por tanto. Los personajes son irrelevantes; podrían ser otros cualesquiera y te daría igual, no te dicen absolutamente nada, su personalidad está vacía, o al menos no se transmite. Sólo importa la imagen, grandiosa y eficaz, pero nada más que eso. Una belleza formal tremenda; un contenido vacuo e insípido.