El género de animación en 2013 no ha destacado especialmente, las diferentes producciones sin ser malas, no han resultado ser propuestas originales, sino más bien han sonado a algo ya visto, y repetido. Ni Dreamworks, ni la todopoderosa Pixar, parecen levantarse de un letargo acomodado a las fórmulas fáciles.
Dentro de este panorama las vacaciones navideñas se han presentado con una sobresaturación del género, juntándose en la cartelera números títulos. De entre todas ellas destaca especialmente la ya comentada “Frozen” (maravilloso musical animado) y esta encantadora cinta de origen francés.
Sus responsables han optado por un desarrollo clásico tanto en su guión como en la forma, con unos dibujos con trazo sencillo (hasta incluso incompletos), pero con un derroche de encanto por todos los costados.
Basada en una serie de cuentos infantiles del país galo, la película no reniega de su origen, resultando una película ideal para los niños más pequeños de la casa, pero con un mensaje muy cuidado que no aburrirá a los más adultos.
Las diferencias sociales, el miedo al extraño y la ceguera de las instituciones son algunos de los elementos presentes durante la historia. Siendo el más importante, el de hacer caso a tus sueños, y no seguir la corriente que te marcan los demás.
Un relato lleno de amistad y de amor, fiel reflejo de lo que debería ser nuestra sociedad actual, y no esa impersonal actitud a la que parece estamos condenados todos.
Cuando dentro de unos años recuerde las películas estrenadas durante el 2013, a buen seguro me vendrá a la memoria éste delicado trabajo, que no solo se coló en nuestras salas de cine de manera inesperada, sino también en un hueco de mi corazón.