Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Francisco Javier Millan:
8
Musical. Romance. Comedia. Drama Mia (Emma Stone), una joven aspirante a actriz que trabaja como camarera mientras acude a castings, y Sebastian (Ryan Gosling), un pianista de jazz que se gana la vida tocando en sórdidos tugurios, se enamoran, pero su gran ambición por llegar a la cima en sus carreras artísticas amenaza con separarlos. (FILMAFFINITY)
16 de enero de 2017
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde el comienzo, con ese flamante logotipo del cinemascope, sabemos que, lo que va a venir a continuación, va a ser algo muy especial. Con un estupendo arranque, que bien puede recordar a musicales contemporáneos como “Rent”, el resto del film se debate por ser un gran homenaje a este género, un tanto denostado en los últimos tiempos, y que tuvo grandes glorias en décadas pasadas del siglo XX.

La sombra de gente como Gene Kelly, Debbie Reynolds, Fred Astaire y de compositores como George Gershwin, planea en más de una escena. Damien Chazelle, su director, no solo destila ilusión por todo este tipo de cine, sino que también lo actualiza debidamente para su consumo por parte de las nuevas generaciones. El film tiene todos los elementos para convertirse en una relectura de lo clásico, colocando un nuevo punto de referencia que ya tardaba en aparecer.

El realizador de la magnífica “Whiplash” vuelve a presentarnos un canto de amor hacía el jazz, ampliando los horizontes a grandes escenas, creadas con el mismo polvo de estrellas que sirvió como ingrediente para títulos tan emblemáticos como “Un americano en París” o “Cantando bajo la lluvia”. Todo rota alrededor de las referencias, incluso aquellos momentos más dramáticos, también tienen su raíz en sus propios modelos, véase por ejemplo “Rebelde sin causa” o “Casablanca”.

Hay una sensación nostálgica hacía una manera de hacer y entender el cine que se ha perdido. Chazelle encuentra ese punto, devolviendo a la gran pantalla actual su grandeza y dignidad, algo que se venía pidiendo a gritos desde hacía muchos años. Escenas como la del planetario, el mirador de Los Ángeles junto a la farola y, sobre todo, ese París de ensueño en su tramo final, harán saltar las lágrimas a cualquiera que tenga un poco de sensibilidad hacía el cine y todo lo que representa.

Curiosamente bien avanzado el film parece que se olvidan de que están en un musical. El nivel dramático de esta historia de amor saca pecho en la parte intermedia, aparcando durante no menos pocos minutos la soberbia partitura de Justin Hurwitz. Este giro puede llamar la atención a más de uno, pero se soporta con gran interés, gracias a esa pareja tan magnética creada por dos actores en estado de gracia casi permanente. Ryan Gosling y Emma Stone, sin empatizar al cien por cien con el espectador, consiguen traspasar con su magia la pantalla en más de una ocasión.

El desarrollo de los acontecimientos nos lleva a un clímax propio de los grandes, con una lectura de una acción dentro de otra, con una realidad paralela que no es precisamente el camino tomado. Una escena que, aisladamente, es una auténtica obra maestra, transitando por delante de nuestros ojos una serie de imágenes de una belleza incontestable. Todo a través de unos decorados imaginativos y con una conexión absoluta con la magia, la música y el cine.

A Damien Chazelle no le ha salido una película memorable, como quizás cabría esperar, pero sí logra un ejercicio cinematográfico que nos hace levitar y directamente tocar el cielo.
Francisco Javier Millan
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow