Joe Wright nos presenta un thriller realmente desconcertante que, por momentos, se hace algo largo (sobre todo hacia el final). Un padre prepara a su hija (Hanna) con la finalidad de asesinar a la máxima responsable (Marisa) de un departamento de seguridad de los Estados Unidos. Por su parte, Marisa pretende capturar al padre (Erik) por una serie de asesinatos cometidos hace unos años en Berlín. Cuando parece que Hanna ha logrado su objetivo comienza la huida para reencontrarse con su padre. Podremos ver a la protagonista visitando nuestro país; siempre es de agradecer que se nos trate con tanto respeto y admiración, a pesar de que se tire de todos los tópicos ya conocidos.
Resulta muy interesante la combinación de las escenas de mayor acción con la música electrónica de The Chemical Brothers, así como la forma de jugar con la iluminación durante las mismas escenas. También es destacable la inadaptación social que sufre Hanna debido a todos los años de aislamiento del mundo que nos rodea.
Sin embargo, la resolución final que el director nos propone para cerrar la historia se antoja inverosímil, poco creíble e incluso un tanto surrealista. Si tenemos en cuenta que este detalle nos es desvelado faltando casi 20 minutos de largometraje, se pueden imaginar que el final de la película se hace un tanto largo (aunque mantiene un buen nivel de tensión), haciéndonos perder el interés y dejándonos con un sabor agridulce.