La cuarta entrega de Indiana Jones es una película extraña, que dista en gran parte de sus antecesoras por su argumento. Una película llena de guiños a las anteriores y que consigue algo realmente difícil como es no perder la continuidad de la saga (así como su humor). Parece como si entre esta película y la última cruzada no hubiera pasado tanto tiempo como ha pasado (salvo por el derroche de efectos especiales de la secuencia final), tiempo que se ve en el físico del protagonista pero en poco más.
Spielberg elabora un argumento más fantástico si cabe que en las otras entregas (aunque bien es cierto que no es que las anteriores pecaran de un exceso de realismo) que desentona con la dinámica del personaje, aunque pareciendo muchas veces un poco fuera de lugar.
Aun asi, el resultado como película es bueno, quizá no tanto si valoramos lo que significa Indiana Jones, pero seguir haciendo eficaz una saga que muchos otros hubieran arruinado prácticamente en su secuela dice mucho de las manos que manejan los hilos de este icono de los años ’80 a pesar de que tenga más de un momento en el que el espectador se preguntará qué está viendo.