Media votos
7,8
Votos
1.391
Críticas
273
Listas
61
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de davilochi:
10
7,6
4.640
Drama
Durante un hermoso verano, un escritor, siempre demasiado ocupado y de temperamento frío y distante, va a pasar unos días con sus hijos, un adolescente y una joven con problemas mentales, que está casada con un médico que la cuida con gran ternura. Su estancia en la isla donde viven sus hijos desencadena una crisis que los afecta a todos, pero especialmente a él, porque toma conciencia de su incapacidad para darle a su familia lo que espera de él. (FILMAFFINITY) [+]
29 de enero de 2012
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un buen amigo cinéfilo comentaba que volver de cuando en cuando a Bergman ayuda a refrescar el alma, las sensaciones que provoca enfrentarse a esta fantástica y desconcertante película son buena muestra de ello.
En esta ocasión, entre otras muchas cosas el director sueco se enfrenta a su propia función en el mundo como artista y su juicio es implacable con el gremio, así, esta figura fundamental para toda sociedad que se precie aparecería como un ente que se alimentaría de las miserias de la realidad, como si de un ave carroñera se tratara. Para Bergman el artista vive otras vidas, se nutre de ellas, de forma que no sólo es un usurpador, sino que en el mismo proceso creativo convierte la realidad en una suerte de naturaleza muerta. Este juicio no deja de ser sorprendente en un director cuyas películas transpiran tantas emociones -vida, al fin y al cabo-, pero desde mi punto de vista el sueco tiene necesidad de purgar su propio trabajo, de desnudarlo y ponerlo en evidencia. Me da la impresión de que ésta es una lectura poco explorada, pero cuenta con muchas posibilidades, más en un individuo con la sensibilidad de Bergman. Al fin y al cabo, él sabía que el cine era un medio más para la transmisión de ideas y llevar a cabo una cierta aproximación a la realidad, pero no hay duda de que él está poniendo sobre el tapete la reflexión en torno a la naturaleza artificial del discurso cinematográfico, lo cual no le resta valor, sino que eleva la obra a un nivel superior. En este sentido, el personaje interpretado por Gunnar Björnstrand, David, sería un "alter ego" del propio Bergman, al fin y al cabo un estereotipo del artista. Lo que el director sueco pretende reflejar es la miseria del artista, que pretende penetrar, despedazar, recomponer y plasmar la realidad (como ese Dios que Karin, la bella Harriet Andersson, dice haber contemplado al final de la película) y en ocasiones se encuentra completamente al margen de aquella que le corresponde por sus propias circunstancias vitales (es evidente en el alejamiento respecto a sus hijos o la molestia que para él representaba su esposa enferma).
El sueco es consciente hasta extremos dolorosos del acto de piratería que representa la creación humana con pretensiones artísticas y hasta qué punto el hombre puede llegar a ser despiadado debido a su ambición.
En esta ocasión, entre otras muchas cosas el director sueco se enfrenta a su propia función en el mundo como artista y su juicio es implacable con el gremio, así, esta figura fundamental para toda sociedad que se precie aparecería como un ente que se alimentaría de las miserias de la realidad, como si de un ave carroñera se tratara. Para Bergman el artista vive otras vidas, se nutre de ellas, de forma que no sólo es un usurpador, sino que en el mismo proceso creativo convierte la realidad en una suerte de naturaleza muerta. Este juicio no deja de ser sorprendente en un director cuyas películas transpiran tantas emociones -vida, al fin y al cabo-, pero desde mi punto de vista el sueco tiene necesidad de purgar su propio trabajo, de desnudarlo y ponerlo en evidencia. Me da la impresión de que ésta es una lectura poco explorada, pero cuenta con muchas posibilidades, más en un individuo con la sensibilidad de Bergman. Al fin y al cabo, él sabía que el cine era un medio más para la transmisión de ideas y llevar a cabo una cierta aproximación a la realidad, pero no hay duda de que él está poniendo sobre el tapete la reflexión en torno a la naturaleza artificial del discurso cinematográfico, lo cual no le resta valor, sino que eleva la obra a un nivel superior. En este sentido, el personaje interpretado por Gunnar Björnstrand, David, sería un "alter ego" del propio Bergman, al fin y al cabo un estereotipo del artista. Lo que el director sueco pretende reflejar es la miseria del artista, que pretende penetrar, despedazar, recomponer y plasmar la realidad (como ese Dios que Karin, la bella Harriet Andersson, dice haber contemplado al final de la película) y en ocasiones se encuentra completamente al margen de aquella que le corresponde por sus propias circunstancias vitales (es evidente en el alejamiento respecto a sus hijos o la molestia que para él representaba su esposa enferma).
El sueco es consciente hasta extremos dolorosos del acto de piratería que representa la creación humana con pretensiones artísticas y hasta qué punto el hombre puede llegar a ser despiadado debido a su ambición.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
No por nada, el egoismo es un punto central de esta película, que pretende reflejar hasta qué punto la vida puede llegar a ser una enorme farsa. La pequeña representación teatral del principio de la película trata de reflejar esto: hasta qué punto representamos papeles a lo largo de nuestra vida, unas veces por las imposiciones de los convencionalismos y otras por que simplemente creemos que tiene que ser así, como parte de un dogma de fe (el amor de Martin por Karin, por ejemplo). En este sentido la vida vendría a ser una obra de arte, y como tal implicaría la búsqueda de la reafirmación del ego individual a través de los demás, de hecho esto es algo que se observa a la perfección a lo largo del film: Martin lo hace en Karin y en David; éste, como escritor, en todos ellos, pero especialmente en su hija Karin; ésta lo hace en su hermano Minus a través del incesto y viceversa (por cierto, magistralmente reflejado, porque lo deja al antojo de nuestras propias proyecciones mentales, de hecho nos hace sentir pavor al ser capaces de imaginarlo).
De hecho, aunque una de las cuestiones que explora la película es la idea de que todos vivimos en dos planos de la realidad al mismo tiempo (nuestra propia realidad psíquica y nuestra interacción con el mundo exterior) y las consecuencias que esto tiene sobre nuestra existencia (fundamentalmente la pérdida de la fe en lo divino como principio ordenador de la vida), vemos cómo todo y todos aparecen plenamente interconectados, a pesar de su aparente aislamiento. De ahí el mensaje de fe en el amor que Bergman emite al final de la película como prueba de la existencia de Dios. En cualquier caso, lo más dramático es constatar hasta qué punto parecen irreconciliables ambos ámbitos de la realidad, tanto es así que Karin, sin ir más lejos, decide entregarse a la locura, aceptar la vida tal y como le viene dada, sin resistirse a ella. Precisamente es ella quien expresa de un modo más claro esa tragedia en que se debate la vida del ser humano: "Es horrible ver tu confusión y entenderla", precisamente por que en ese momento ya no hay escapatoria.
Puede servir traer a colación a Nietzsche, quien llevo a cabo uno de los mejores diagnósticos en torno a la crisis de la modernidad: "el hombre hizo a Dios a su imagen y semejanza", y lo desarrolló Klaus Theweleit: "el protestantismo introdujo a Dios dentro de los hombres, dejando de ser una entidad externa, de modo que los juicios de la divinidad para con el hombre pasaron a ser mucho más duros" (no lo olvidemos, estamos en un contexto sueco). Para el hombre ensimismado en sus profundidades internas ya no habría salvación, la vida se convertiría en una condena, porque nos pondría una y otra vez ante nuestra propia insignificancia. No por nada, el encuentro final de Karin con Dios es la evidencia del encuentro consigo misma: "Dios era una araña. Se me ha acercado y he visto su rostro. Era horrible y frío. Ha subido por mi cuerpo y ha intentado penetrarme".
De hecho, aunque una de las cuestiones que explora la película es la idea de que todos vivimos en dos planos de la realidad al mismo tiempo (nuestra propia realidad psíquica y nuestra interacción con el mundo exterior) y las consecuencias que esto tiene sobre nuestra existencia (fundamentalmente la pérdida de la fe en lo divino como principio ordenador de la vida), vemos cómo todo y todos aparecen plenamente interconectados, a pesar de su aparente aislamiento. De ahí el mensaje de fe en el amor que Bergman emite al final de la película como prueba de la existencia de Dios. En cualquier caso, lo más dramático es constatar hasta qué punto parecen irreconciliables ambos ámbitos de la realidad, tanto es así que Karin, sin ir más lejos, decide entregarse a la locura, aceptar la vida tal y como le viene dada, sin resistirse a ella. Precisamente es ella quien expresa de un modo más claro esa tragedia en que se debate la vida del ser humano: "Es horrible ver tu confusión y entenderla", precisamente por que en ese momento ya no hay escapatoria.
Puede servir traer a colación a Nietzsche, quien llevo a cabo uno de los mejores diagnósticos en torno a la crisis de la modernidad: "el hombre hizo a Dios a su imagen y semejanza", y lo desarrolló Klaus Theweleit: "el protestantismo introdujo a Dios dentro de los hombres, dejando de ser una entidad externa, de modo que los juicios de la divinidad para con el hombre pasaron a ser mucho más duros" (no lo olvidemos, estamos en un contexto sueco). Para el hombre ensimismado en sus profundidades internas ya no habría salvación, la vida se convertiría en una condena, porque nos pondría una y otra vez ante nuestra propia insignificancia. No por nada, el encuentro final de Karin con Dios es la evidencia del encuentro consigo misma: "Dios era una araña. Se me ha acercado y he visto su rostro. Era horrible y frío. Ha subido por mi cuerpo y ha intentado penetrarme".