Llama la atención, por ejemplo, que las muertes vayan sucediéndose y la peña siga en muchos casos (o a mí me lo parece) como si nada, sin inmutarse demasiado, más allá de que se llame al enterrador (Miguel del Castillo), incluída la reacción de la hija del sheriff (Luis Induni) cuando es asesinado éste. Y que sí, lloriquea un poco, pero sigue por allí bastante pimpante.

Y, sobre todo, a qué venía que Dixon (Víctor Israel) se dedicara a cometer un asesinato detrás de otro, aunque quisiera culpar a Bradshaw (Nello Pazzafini). ¿Qué ganaba con ello?

Como tampoco resulta muy creíble Víctor Israel como amante celoso de Fanny (Rosalba Neri), como en algún momento explica Bragg (Armando Calvo), asegurando que quería provarle. ¿Quién era Dixon? ¿Un psicópata, un chalado? ¿Un forajido reconvertido en contable?

Vale, está bien el efecto de que la peli nos lo muestre apenas de vez en cuando para así reforzar la sorpresa. Pero sus motivos no están bien explicados. Ni los del resto. Y el personaje del otro cacique (Eduardo Fajardo) y todo lo que tiene que ver con él, tampoco termina de funcionar muy bien, ya digo.

Fue la última peli de su director, que siempre reservaba un papelito para su mujer, Paola Bárbara, que aquí interpreta a la hermana de Armando Calvo sin que aporte demasiado a la historia.