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España España · Barcelona
Voto de Ulher:
8
Drama Las hermanas Jane y Blanche Hudson fueron estrellas infantiles de Hollywood, pero sus carreras siguieron trayectorias muy distintas. Mientras que Jane, al crecer, fue olvidada por el público, Blanche se convirtió en una actriz de éxito. Tras un misterioso accidente de coche, Blanche quedó postrada en una silla de ruedas al cuidado de su hermana Jane, que disfruta atormentándola. (FILMAFFINITY)
28 de septiembre de 2013
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pasión, ese término en busca y captura ultimamente, tiene en Qué fue de Baby Jane su mayor expresión. Todo en esta sombría película del maestro Robert Aldrich rezuma carácter y como tal puede caer en el vicio de la caricatura. Sin embargo, lejos del maniqueísmo imperante de la época, imparte una lección soberbia sobre la nocividad de la fama en un ambiente malsano. Crítica punzante al Hollywood de portada. Un argumento de sobra conocido pero que no por ello obliga al espectador a enjuiciarla con la sentencia de escasez de ingenio. Al contrario, es admirable como Aldrich, sin pelos en la lengua, teje una sólida tela en la que dos arañas se baten a duelo a sabiendas de que en la década anterior un competente Billy Wilder abofeteo a la industria en la sensacional Sunset Boulevard.

Pasión también es la que manifiestan dos actrices en el ocaso de su carrera. Tal vez contemplaban la llama a punto de extinguirse y se entregaron en cuerpo y alma logrando que la luz que en su momento desprendía, ahora se levantase con más fuerza. Ya se sabe que no hay nada como el temor para crecerse y ninguna de ellas estaba dispuesta a darse por vencida. Joan Crawford y Bette Davis, enemigas declaradas, animales interpretativos, divas incostestables, se reunen a regañadientes en esta melodrama con tintes góticos, de tragedia griega y alma teatral. Ambas, al servicio de un Aldrich que supo encauzar la mala baba de ambas para ofrecer un análisis de las sombras de la locura, los celos y envidias profesionales, la redención y el saber perder y también de la soledad de alguien que creyó tenerlo todo y ahora nada. Esa aflicción de no contar con uno mismo es donde la película hinca el diente hasta herir. No en vano, uno no sale indemne tras esa última y perturbadora escena en la playa.

Davis se mimetiza en Jane Hudson, uno de esos personajes imborrables. De una exigente carga dramática que la actriz solventa con un desparpajo y profesionalidad que asustan. Cambia constantemente de registro y aunque esto a simple vista es una vía de lucimiento también requiere un esfuerzo casi antinatual. La fuerza de su mirada y el dominio de su expresión inquietan y engrandecen cada escena notando su presencia aún cuando no está dando la réplica. Crawford en el papel de la impedida Blanche Hudson, reafirma su talento dejando al respetable enloquecido en la última confesión.

La mano del cineasta para domar a estas dos fieras de la escena fue fundamental. Logró canalizar todo el odio que entre Davis y Crawford existía y llevarlo a la pantalla. Algo que, además del excelente resultado, también sirvió como reclamo publicitario y que curiosamente a la larga no ha sido una losa con la que haya tenido que cargar la cinta.

Para devotos de las actrices de raza.

Lo mejor: Bette Davis en estado puro.
Lo peor: que su tono teatral pueda confundirse con exageración.
Ulher
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