Bajo el pretexto del paso del cine mudo al sonoro, nos hallamos ante un documento de importancia trascendental.

No importan los cantos ni los bailes. No son relevantes ni las coreografías ni el guión casi inexistente. No señor. Si Gene kelly muere de pulmonia, que le jodan por hacer el memo ante un aguacero: la gente de bien se metería en una tasca, y daría buena cuenta de las reservas de coñac.

Lo importante, lo de agradecer, es la indisimulada propaganda hacia la salud dental. Piñatas soberbias, que valen la pena lucír aunque tu madre se esté muriendo bajo el peso de un tren de mercancías. Que se hubiese apartado.

Sonrisas inmaculadas, mirando bien a la cámara para que se vean, que para eso te has dejado la pasta en implantes, coronas, y empastes varios.

Gloria y loor al sindicato de odontólogos, al que siempre observamos con la boca abierta, pero sin mediar ni una sola palabra coherente. A las barricadas por vosotros, que os lo mereceis por aguantar nuestros alientos de vinateros sin pestañear.