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España España · Castellvell del Camp
Voto de Jordirozsa:
6
Terror. Thriller. Intriga Cinco estudiantes son brutalmente asesinados en el interior de una casa abandonada. El detective Mark Lewis y la psicóloga Elizabeth Klein se encargan de la investigación. El principal sospechoso, John Ascot, explica durante el interrogatorio que sus amigos, cazadores de fantasmas amateurs, estaban realizando una investigación en el interior de la casa. La película muestra imágenes del material encontrado, cintas del interrogatorio. (FILMAFFINITY) [+]
4 de mayo de 2024
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El demonio no necesita pretextos para hacer de las suyas, y sus travesuras en «Demonic» (2015), de Will Canon, no son nada despreciables, ni el estropicio que causan. Hasta los maderos acuden a la vieja casa donde sucede todo, para echarle el guante y detenerlo con cargos de asesinato múltiple. ¡Pobre demonio! ¿Qué culpa tiene él de que acudan unos espiritistas, o demonistas aficionados, a husmear en un lugar donde estaba él tranquilo, sobando, hasta que le despiertan... y le cabrean mucho?

Nuestro grupo de «cazadiablos» está liderado por Bryan (Scott Mechlowitz), un fulano que parece saber tanto de escrúpulos como de aquello en lo que van a meter las narices, a ver si consiguen el «hit doc» del año y se sacan con él algunas perras, a costa de algunos de esos espíritus que habitan en la casa presuntamente encantada, a la que van de turismo sobrenatural.

A Bryan no se le ocurre otra cosa que comentarle a la «ex», Michelle (Cody Horn), que le pida a su actual novio, John (Dustin Milligan), que les haga de guía, ya que parece ser que en la casa vivía la mamá de este, y tuvo ahí un «affaire» con un demonio, que no terminó de acabar bien. Lo lógico sería pensar que el tal John enviase a la porra a Bryan, pero decide acompañarlos para no dejar sola a la «churri», enfrentarse con su sentimiento de culpa por haber abandonado a la mamá en manos de aquel indeseable ser infernal que acabó con ella, y de paso ajustarle las cuentas.

Will Canon tiene el punto de partida para desarrollar, tecleando a «seis manos» con Doug Simon y Max la Bella, la historia que este último creó con James Wan. Canon, que intentará que no se le escape ni una, y menos el travieso demonio, nos deja el arco del «background» más plano que un lenguado, sin dimensión de profundidad alguna, más que la percha de turno para contar y exhibir el pifostio que se armará en escena.

Los personajes hacen su «mise en scene» sin que se haya elaborado un mínimo trasfondo de sus vidas, sus motivaciones, y se muestran ante el espectador como seres algo acartonados y unidimensionales, a excepción del John de Dustin Milligan, quien hace algo de esfuerzo para aportar, mediante su algo postiza actuación, un poco de autenticidad a su persona dramática.

Aparte de Mechlowitz, Milligan y Cody Horn (quien es objeto de la todavía latente disputa del puesto a macho alfa, entre los dos chicos y el propio demonio), el resto del reparto está incluido básicamente para desempeñar el rol de carne de cañón (en este caso, carne de demonio). Son Frank Grillo (detective Mark Lewis) y Maria Bello (Dra. Elisabeth Klein), los que, recordándonos a la mítica pareja del mundo de «The X Files», Mulder y Scully, darán un importante contrapeso, para darle el toque más serio y adulto al asunto: los que investigarán los trágicos sucesos; los que mimetizarán a un papá y a una mamá desconcertados después de que el depredador haya saltado al nido, o al corral.

Milligan y Mechlowitz poseen un atractivo y una belleza como pocas veces he apreciado en uno o varios protagonistas de una película, y encima dan el pego en su esfuerzo para imprimir carácter y dramatismo a sus respectivos caracteres.

Habrá quien criticará el desentone de edades entre ambos bloques de protagonistas. Como si la presencia de Grillo y Bello desencajara en el entorno o contexto de la película, pero la incidencia de interacciones intergeneracionales, más allá de una falta de cohesión en la configuración del elenco protagónico, puede abarcar un más amplio espectro de la complejidad de estas relaciones. Además, en términos comerciales, también puede obedecer a un interés de los productores para llegar a una mayor sección del amplio espectro de los perfiles de las audiencias.

Excepto las escenas diurnas iniciales, en las que se prepara la «expedición» a la casa (previa entrevista con John), la cámara compone espacios dominados por la oscuridad, en donde destacan determinados puntos aislados de luz condensada (la luz diegética de linternas y focos, tanto de los chicos, como de la policía; y la composición extra diegética del espacio lumínico). De modo que se pretende transmitir la constante y estremecedora percepción de una presencia maligna, acechando todo el tiempo, incluso cuando ésta no hace sus apariciones explícitas.

En la construcción de los juegos de luces y sombras, Michael Fimognari establece el fondo del frenético lienzo. Sobre él, los movimientos y los planos, la fugacidad de los cuales se ve incrementada por el montaje en las escenas de acción dentro del claustrofóbico espacio de la casa. Dando esta sensación de desorientación, caos... y muerte, que atrapa al equipo entero de Bryan. Lo cual contrasta con los primeros y más estáticos planos de las conversaciones del detective y la doctora con John en el cobertizo del establo, improvisadamente convertido en sala de interrogatorios; un asfixiante mínimo espacio, no menos inspirador que el interior de la casa.

El trabajo de Fimognari redunda en la creación de un set totalmente sobrecogedor. En donde ningún rincón, exceptuando la también sumida en penumbra «oficina de campaña» que la policía ha instalado al lado de la casa para analizar el material de registro y/o grabaciones del equipo de Bryan, no parece seguro para nadie. Incluso el lugar del «tête à tête» de la Doctora Klein con John (el establo), se antoja potencialmente peligroso a nivel intuitivo, incluso antes de que eclosione el sorprendente final.

Una funcional pero efectivísima banda sonora de Dan Marocco, que es una lástima que no podamos disfrutar en una audición separada de la película, combina con sentido del «pacing», muy bien acoplada a la evolución «in crescendo» que van presentando los eventos de la narrativa, tanto a nivel instrumental como temático (aunque sin mojarse en desarrollar claros leitmotivs que la hagan memorable). La oscura tonalidad de los elementos orquestales confluye con los efectos electrónicos de sonido, en la intencionalidad descriptiva de la partitura.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jordirozsa
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