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Voto de Jordirozsa:
5
2,9
29
Ciencia ficción. Terror. Thriller
Una señal de socorro misteriosa conduce a un equipo de investigación a desenterrar a una criatura extranjera inactiva sostenida por siglos debajo de las profundidades. Una vez desenterrada comienzan a suceder una serie de hechos perturbadores. (FILMAFFINITY)
28 de agosto de 2021
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
“The Thing Below” (2004), es una pieza concebida, planificada y realizada para ser directamente vendida y distribuida en los canales de televisión por cable, al tiempo que en DVD.
A efectos de amortización de los derechos de emisión de las pocas piezas potables que pueden adquirir los canales de televisión (sea cual fuere su naturaleza, pero sobretodo los que se especializan en determinados tipos de contenidos, en este caso, por ejemplo, películas y series de ciencia ficción), y de rellenar a diario sus parrillas de programación, con el objetivo final de conseguir los máximos beneficios en una temporada, por cada número equis de películas artística y comercialmente de mínima calidad, incluyen irremediablemente en su provisión, productos poco menos que execrables, que a veces producen ellas mismas (series o largometrajes), o, incluso, les sale más a cuento adquirirlas de “majors” o productoras que se dedican a lanzar al mercado, auténticos churros de aceite refrito, o petardos hechos con cartas de naipes.
De hecho, plataformas como Netflix, cuyos contenidos ya escapan al mundo de la televisión, se difunden directamente desde la red, operan de tal guisa, y esto no responde a otra cosa que la rentabilidad, ya que al fin y al cabo estamos hablando de empresas, y no de fundaciones filantrópicas entregadas a potenciar el cine exclusivamente como arte.
Por lo tanto, a la hora de valorar, votar, clasificar… (que no comentar o analizar) un despropósito atroz como “The Thing Below”, hay que tener claro el contexto de cómo, por qué y para qué se hizo, teniendo siempre presente (y me juego una merienda de chocolate con churros con quien quiera), que la última intención de los productores no fue la de crear algo con valor comercial, ni mucho menos artístico, sólo para entretenimiento de un público diana, principalmente trasnochadores, ya que dudo que según qué cosas se puedan exhibir en horario infantil (aunque a algunos les pueda traer sin cuidado; basta ver lo que sacan cadenas como “telecinco” a pleno mediodía).
“The Thing Below”, producida en Canadá, se estrenó en el Reino Unido como “The Ghost Rig 2”, vendiéndolo como secuela de “The Ghost Rig”, realizada un año antes, en 2003, por Julian Kean. Pero es que si ya la británica original resulta ser algo bastante incomestible, “The Thing Below” rompe techos en lo que concierne a la poca calidad (no solamente achacable a un bajo presupuesto) de lo que debería ser un thriller con extraterrestres (de terror, tal y como la etiquetan también los de esta casa, tiene tanto como de romance “La Novia de Frankenstein”). Hasta tal punto que en la versión inglesa, el director Jim Winorsky, sale acreditado con otro de sus múltiples seudónimos: Jay Andrews (¿sería por vergüenza o por cuestiones comerciales?). Total, que la cosa no sentó demasiado bién a los ingleses, que pusieron a parir esta película como a pocas.
La temática de la historia que plantea es tan genérica, que se llenarían páginas y páginas de títulos en los que podríamos encontrar guiños, referencias, semejanzas y variopintos paralelismos entre los desarrollos de las respectivas tramas: desde “The Thing”, la franquicia de “Alien”, pasando por las diferentes versiones de “The Body Snatchers”, “Depredador”, “Deep Rising” y otras tantas, tenemos lo que en la taxonomía cinematográfica se podría etiquetar como “monster movie”: un grupo de lo que llamaríamos mercenarios, tiene la misión de llegar hasta una plataforma petrolífera, donde el gobierno norteamericano, perforando hasta lo más profundo de la corteza terrestre para buscar nuevas formas de energía eficiente, encuentra un bicho alienígena de lo más peligroso. El grupo tiene que descubrir qué ha pasado con el personal científico de la plataforma, ya que se ha perdido toda comunicación con ellos.
Tenemos para un libreto, una idea nada original, pero que con los recursos adecuados, un trabajo profesional digno por parte de todo el equipo artístico y técnico de rodaje, podrían haber sacado algo decente. Simplemente, a los productores no les da la gana; nos encasquetan una cinta que una cuadrilla de estudiantes de segundo de carrera, en un prácticum, habría hecho mucho mejor… aunque fuese por la nota.
La fotografía por su formato, textura e iluminación ya desvela desde el primer momento que nos hallamos ante un producto hecho para la televisión por cable, con un excesivo uso de primeros planos, y algunos fallos en secuencias de plano – contra plano, que son de juzgado de guardia.
Por lo que respecta a las localizaciones, apenas tenemos planos de exteriores, y por lo que se ve, el rodaje (me atrevería a decir), está casi íntegramente llevado a cabo en interior de estudio, aderezado con unos efectos especiales digitales que un chaval de la ESO, en informática, habría diseñado mejor; lo más parecido a las secuencias (principalmente iniciales), en las que aparece el bicho en toda su presencia, parecen simplemente superpuestos a la imagen con tan mala pata, que hasta un creador de dibujos animados de los de antes, habría logrado un mejor resultado. Tampoco hacía falta tanto esfuerzo para sacar cuatro tentáculos, lo más parecido a un pulpo. Los de goma que se utilizaban en las de los años 40 daban más el pego. Para no gastarse un duro, ni con un poco de atrezzo de colorines para dar mínima credibilidad al poco desparrame de menudillas humanas que muestran.
La banda sonora, presente básicamente en los títulos de crédito iniciales, y en algún momento esencial de giro en el ritmo narrativo, es también de lo más corriente e insustancial, y parece lo mismo sacada de cualquier videojuego. A golpe de sintetizador (no creo que empleasen banda orquestal), y añadiendo el típico motivo rítmico de la caja, cliché sonoro para anunciar la todopoderosa mano del ejército de los USA, casi omnipresente en este tipo de historias.
A efectos de amortización de los derechos de emisión de las pocas piezas potables que pueden adquirir los canales de televisión (sea cual fuere su naturaleza, pero sobretodo los que se especializan en determinados tipos de contenidos, en este caso, por ejemplo, películas y series de ciencia ficción), y de rellenar a diario sus parrillas de programación, con el objetivo final de conseguir los máximos beneficios en una temporada, por cada número equis de películas artística y comercialmente de mínima calidad, incluyen irremediablemente en su provisión, productos poco menos que execrables, que a veces producen ellas mismas (series o largometrajes), o, incluso, les sale más a cuento adquirirlas de “majors” o productoras que se dedican a lanzar al mercado, auténticos churros de aceite refrito, o petardos hechos con cartas de naipes.
De hecho, plataformas como Netflix, cuyos contenidos ya escapan al mundo de la televisión, se difunden directamente desde la red, operan de tal guisa, y esto no responde a otra cosa que la rentabilidad, ya que al fin y al cabo estamos hablando de empresas, y no de fundaciones filantrópicas entregadas a potenciar el cine exclusivamente como arte.
Por lo tanto, a la hora de valorar, votar, clasificar… (que no comentar o analizar) un despropósito atroz como “The Thing Below”, hay que tener claro el contexto de cómo, por qué y para qué se hizo, teniendo siempre presente (y me juego una merienda de chocolate con churros con quien quiera), que la última intención de los productores no fue la de crear algo con valor comercial, ni mucho menos artístico, sólo para entretenimiento de un público diana, principalmente trasnochadores, ya que dudo que según qué cosas se puedan exhibir en horario infantil (aunque a algunos les pueda traer sin cuidado; basta ver lo que sacan cadenas como “telecinco” a pleno mediodía).
“The Thing Below”, producida en Canadá, se estrenó en el Reino Unido como “The Ghost Rig 2”, vendiéndolo como secuela de “The Ghost Rig”, realizada un año antes, en 2003, por Julian Kean. Pero es que si ya la británica original resulta ser algo bastante incomestible, “The Thing Below” rompe techos en lo que concierne a la poca calidad (no solamente achacable a un bajo presupuesto) de lo que debería ser un thriller con extraterrestres (de terror, tal y como la etiquetan también los de esta casa, tiene tanto como de romance “La Novia de Frankenstein”). Hasta tal punto que en la versión inglesa, el director Jim Winorsky, sale acreditado con otro de sus múltiples seudónimos: Jay Andrews (¿sería por vergüenza o por cuestiones comerciales?). Total, que la cosa no sentó demasiado bién a los ingleses, que pusieron a parir esta película como a pocas.
La temática de la historia que plantea es tan genérica, que se llenarían páginas y páginas de títulos en los que podríamos encontrar guiños, referencias, semejanzas y variopintos paralelismos entre los desarrollos de las respectivas tramas: desde “The Thing”, la franquicia de “Alien”, pasando por las diferentes versiones de “The Body Snatchers”, “Depredador”, “Deep Rising” y otras tantas, tenemos lo que en la taxonomía cinematográfica se podría etiquetar como “monster movie”: un grupo de lo que llamaríamos mercenarios, tiene la misión de llegar hasta una plataforma petrolífera, donde el gobierno norteamericano, perforando hasta lo más profundo de la corteza terrestre para buscar nuevas formas de energía eficiente, encuentra un bicho alienígena de lo más peligroso. El grupo tiene que descubrir qué ha pasado con el personal científico de la plataforma, ya que se ha perdido toda comunicación con ellos.
Tenemos para un libreto, una idea nada original, pero que con los recursos adecuados, un trabajo profesional digno por parte de todo el equipo artístico y técnico de rodaje, podrían haber sacado algo decente. Simplemente, a los productores no les da la gana; nos encasquetan una cinta que una cuadrilla de estudiantes de segundo de carrera, en un prácticum, habría hecho mucho mejor… aunque fuese por la nota.
La fotografía por su formato, textura e iluminación ya desvela desde el primer momento que nos hallamos ante un producto hecho para la televisión por cable, con un excesivo uso de primeros planos, y algunos fallos en secuencias de plano – contra plano, que son de juzgado de guardia.
Por lo que respecta a las localizaciones, apenas tenemos planos de exteriores, y por lo que se ve, el rodaje (me atrevería a decir), está casi íntegramente llevado a cabo en interior de estudio, aderezado con unos efectos especiales digitales que un chaval de la ESO, en informática, habría diseñado mejor; lo más parecido a las secuencias (principalmente iniciales), en las que aparece el bicho en toda su presencia, parecen simplemente superpuestos a la imagen con tan mala pata, que hasta un creador de dibujos animados de los de antes, habría logrado un mejor resultado. Tampoco hacía falta tanto esfuerzo para sacar cuatro tentáculos, lo más parecido a un pulpo. Los de goma que se utilizaban en las de los años 40 daban más el pego. Para no gastarse un duro, ni con un poco de atrezzo de colorines para dar mínima credibilidad al poco desparrame de menudillas humanas que muestran.
La banda sonora, presente básicamente en los títulos de crédito iniciales, y en algún momento esencial de giro en el ritmo narrativo, es también de lo más corriente e insustancial, y parece lo mismo sacada de cualquier videojuego. A golpe de sintetizador (no creo que empleasen banda orquestal), y añadiendo el típico motivo rítmico de la caja, cliché sonoro para anunciar la todopoderosa mano del ejército de los USA, casi omnipresente en este tipo de historias.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
De los diálogos da la sensación que están escritos sólo por el hecho de que tienen que estar. Teniendo la película un formato y un desarrollo en su trama tan mecánicos, como si se tratara del juego ese de ordenador “Half Life”, que tan de moda estuvo, y con el que guarda muchas similitudes, lo que hablan los personajes, que parece lo lean de una pantalla, se antoja de lo más insustancial y ridículo.
De todo el elenco artístico, desconocidos a excepción del protagonista, Billy Warlock,(el Capitán Jack Griffin, líder de la misión a la plataforma) y de Catherine Lough Haggquist (Anna Davis, la científica que se une a ellos), no hay casi nadie que imprima un mínimo de credibilidad dramática en el rol que desempeña. Sólo los mencionados, y John Thoburn (Cole Griffin, científico hermano del capitán de la misión, y único superviviente que encontrarán en la plataforma), mostrarán intención de realizar un buen papel.
Billy Warlock fue conocido por Eddie Krammer en la serie “Los Vigilantes de la Playa” (1989), que para los de nuestra generación, adolescentes entonces, fue el responsable de no pocas fantasías eróticas con su poema de cara, su bañador rojo, sus pectorales y bíceps, y la mota de pelo moreno con que sedujo a mucho(a)s fans, así como en otras series norteamericanas. Pocos son los largometrajes que protagonizó. Desde que cumplió los 50 tacos en 2011, ya no se le ha visto más el pelo en las pantallas.
El montaje no podría ser más bizarro y chapucero: encadena los planos y las secuencias de forma que uno se pierde con facilidad si no está atento, sin señalar por momentos lo que es la acción actual y lo que sería un “flashback” en una escena que explica lo que pasa en la plataforma, antes de que llegue la misión. Algunos planos de los barcos, están sacados descaradamente de la película “Virus” (1999), de John Bruno, a modo como se hacía hace décadas, como por ejemplo en varias películas británicas sobre la segunda guerra mundial, en la que vemos reutilizar secuencias de bombardeos alemanes.
En su estructura básica, el guión se desarrolla en las dos escenas principales, que muestran sucediéndose al mismo tiempo: la estancia donde dos oficiales del estado mayor norteamericano dirigen la operación y lo que acontece al grupo de la misión en la plataforma. Donde el bicho se los va cargando (o zampando, no queda claro), uno a uno. El monstruo de turno tiene poderes telepáticos (muy visto en las de extraterrestres de muy antaño), y para “cazarles”, les imbuye en alucinaciones relacionadas con sus fantasías, traumas o pesadillas para confundirles y hacerles vulnerables. Un recurso que ya vimos en “Ghost Ship” (2002), de Steve Beck.
Es posible que los guionistas hicieran derivar el guión hacia este derrotero, para no tener que mostrar, los horribles e hilarantes efectos con los que hacen aparecer el alienígena en la escena previa a los créditos iniciales, cuando se escapa de la forma más estúpida de la cápsula donde le tienen encerrado para estudiarle, en un barco-laboratorio.
Aquí tenemos un yerro del guión, que no conseguí descifrar en el resto del metraje: si el bicho se escapa en un barco que se pierde en una tempestad tropical, ¿cómo luego aparece en la plataforma donde hace de las suyas, y en dónde dicen que le han descubierto en las operaciones de allí? ¿Es que había dos ejemplares diferentes?
En su conjunto, es un cúmulo de disparates por el que los colegas comentaristas de IMDB lo rajan en canal sin piedad. De 45, sólo uno se atreve a decir que no es para tanto. Aunque la muestra no es significativa, no es para discrepar de ellos. Pero como ya he explicado, tenemos que entender que no se trata de algo con finalidad artística. Puede cumplir su función de entretener a un determinado perfil de público, en determinadas circunstancias. En mi caso, y dado el estado de ánimo en el que me encontraba, cumplió esa función, y por respeto y recuerdo a Billy Warlock (muy personal, eso), le puse el 5.
De todo el elenco artístico, desconocidos a excepción del protagonista, Billy Warlock,(el Capitán Jack Griffin, líder de la misión a la plataforma) y de Catherine Lough Haggquist (Anna Davis, la científica que se une a ellos), no hay casi nadie que imprima un mínimo de credibilidad dramática en el rol que desempeña. Sólo los mencionados, y John Thoburn (Cole Griffin, científico hermano del capitán de la misión, y único superviviente que encontrarán en la plataforma), mostrarán intención de realizar un buen papel.
Billy Warlock fue conocido por Eddie Krammer en la serie “Los Vigilantes de la Playa” (1989), que para los de nuestra generación, adolescentes entonces, fue el responsable de no pocas fantasías eróticas con su poema de cara, su bañador rojo, sus pectorales y bíceps, y la mota de pelo moreno con que sedujo a mucho(a)s fans, así como en otras series norteamericanas. Pocos son los largometrajes que protagonizó. Desde que cumplió los 50 tacos en 2011, ya no se le ha visto más el pelo en las pantallas.
El montaje no podría ser más bizarro y chapucero: encadena los planos y las secuencias de forma que uno se pierde con facilidad si no está atento, sin señalar por momentos lo que es la acción actual y lo que sería un “flashback” en una escena que explica lo que pasa en la plataforma, antes de que llegue la misión. Algunos planos de los barcos, están sacados descaradamente de la película “Virus” (1999), de John Bruno, a modo como se hacía hace décadas, como por ejemplo en varias películas británicas sobre la segunda guerra mundial, en la que vemos reutilizar secuencias de bombardeos alemanes.
En su estructura básica, el guión se desarrolla en las dos escenas principales, que muestran sucediéndose al mismo tiempo: la estancia donde dos oficiales del estado mayor norteamericano dirigen la operación y lo que acontece al grupo de la misión en la plataforma. Donde el bicho se los va cargando (o zampando, no queda claro), uno a uno. El monstruo de turno tiene poderes telepáticos (muy visto en las de extraterrestres de muy antaño), y para “cazarles”, les imbuye en alucinaciones relacionadas con sus fantasías, traumas o pesadillas para confundirles y hacerles vulnerables. Un recurso que ya vimos en “Ghost Ship” (2002), de Steve Beck.
Es posible que los guionistas hicieran derivar el guión hacia este derrotero, para no tener que mostrar, los horribles e hilarantes efectos con los que hacen aparecer el alienígena en la escena previa a los créditos iniciales, cuando se escapa de la forma más estúpida de la cápsula donde le tienen encerrado para estudiarle, en un barco-laboratorio.
Aquí tenemos un yerro del guión, que no conseguí descifrar en el resto del metraje: si el bicho se escapa en un barco que se pierde en una tempestad tropical, ¿cómo luego aparece en la plataforma donde hace de las suyas, y en dónde dicen que le han descubierto en las operaciones de allí? ¿Es que había dos ejemplares diferentes?
En su conjunto, es un cúmulo de disparates por el que los colegas comentaristas de IMDB lo rajan en canal sin piedad. De 45, sólo uno se atreve a decir que no es para tanto. Aunque la muestra no es significativa, no es para discrepar de ellos. Pero como ya he explicado, tenemos que entender que no se trata de algo con finalidad artística. Puede cumplir su función de entretener a un determinado perfil de público, en determinadas circunstancias. En mi caso, y dado el estado de ánimo en el que me encontraba, cumplió esa función, y por respeto y recuerdo a Billy Warlock (muy personal, eso), le puse el 5.