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Voto de melliug:
9
7,7
51.287
Bélico. Drama
En lo más crudo de la Primera Guerra Mundial, dos jóvenes soldados británicos, Schofield (George MacKay) y Blake (Dean-Charles Chapman) reciben una misión aparentemente imposible. En una carrera contrarreloj, deberán atravesar el territorio enemigo para entregar un mensaje que evitará un mortífero ataque contra cientos de soldados, entre ellos el propio hermano de Blake.
25 de marzo de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decía el humanista neerlandés Erasmo de Rotterdam, en un alegato antibelicista, que “la paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa”. No obstante, la realidad es que el uso de las armas y el poder castrense empleados en las múltiples guerras (civiles) europeas a lo largo de la historia han sido determinantes en la configuración de los distintos pueblos del continente.
De entre los innumerables conflictos bélicos que nos han acechado, uno de los grandes olvidados por el séptimo arte ha sido siempre la Primera Guerra Mundial o “Gran Guerra”, con un componente mucho menos ideológico y político que la tan recreada Segunda Guerra Mundial, pero no por ello menos cruel y despiadada. Es precisamente esta contienda, en la que se perdieron generaciones enteras de jóvenes europeos, la que sirve de marco histórico de la trama de la película “1917”. Unos hechos que según ha contado el propio director, Sam Mendes, se basan en los recuerdos y vivencias de su propio abuelo, quien participó en la misma.
El argumento de la película se basa en dos jovencísimos oficiales del ejército inglés (Blake y Schofield) a quienes se les encomienda una misión casi suicida, pero de vital importancia: cruzar el frente de combate para notificar a un batallón británico que la supuesta retirada del ejército alemán es en realidad una trampa mortífera. Para narrar semejante historia, que a priori parece un tanto habitual en las películas bélicas, el director hace gala de un virtuosismo técnico único en el género.
De entre los innumerables conflictos bélicos que nos han acechado, uno de los grandes olvidados por el séptimo arte ha sido siempre la Primera Guerra Mundial o “Gran Guerra”, con un componente mucho menos ideológico y político que la tan recreada Segunda Guerra Mundial, pero no por ello menos cruel y despiadada. Es precisamente esta contienda, en la que se perdieron generaciones enteras de jóvenes europeos, la que sirve de marco histórico de la trama de la película “1917”. Unos hechos que según ha contado el propio director, Sam Mendes, se basan en los recuerdos y vivencias de su propio abuelo, quien participó en la misma.
El argumento de la película se basa en dos jovencísimos oficiales del ejército inglés (Blake y Schofield) a quienes se les encomienda una misión casi suicida, pero de vital importancia: cruzar el frente de combate para notificar a un batallón británico que la supuesta retirada del ejército alemán es en realidad una trampa mortífera. Para narrar semejante historia, que a priori parece un tanto habitual en las películas bélicas, el director hace gala de un virtuosismo técnico único en el género.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Mendes despliega un innovador plano secuencia continuo con el que acompañamos a los protagonistas como si de un vals entre la cámara y los oficiales se tratara. Esto implica que la escenografía, es decir el “film set”, ha debido adaptarse al ritmo y duración de la escena y los diálogos, una característica mucho más propia del teatro. Por ello, los actores principales (George Mackay y Dean Charles Chapman) han tenido que ensayar durante meses. El resultado final de tan original recurso técnico permite al espectador introducirse en la piel de los oficiales y sentir todas sus emociones como propias: el miedo, la desolación o el terror que experimentan al acometer tan peligrosa peripecia en un escenario lleno de mugre, muerte y destrucción; pero también la esperanza en busca de la supervivencia y la salvación.
Uno de los éxitos de esta película es que, a pesar de la magnitud de los hechos que se narran, no se atisba el más mínimo ápice de heroicidad durante los mismos. No se vislumbra esa épica norteamericana, tan habitual en el género bélico de la factoría Hollywood, en la que los soldados son presentados como una suerte de superhombres; máquinas de la guerra carentes de miedo, dudas, ambivalencias o fragilidades. Todo lo contrario, en “1917” los protagonistas son seres vulnerables, dubitativos, y a menudo imbuidos por el terror. Son seres humanos al fin y al cabo. No obstante, lejos de quedarse paralizados ante el horror de las experiencias que sufren en sus propias carnes; el sentido de la responsabilidad, el del deber y, sobre todo, el de la supervivencia, les motivan a avanzar sin cesar a través de ese infierno de barro, sangre y cuerpos en descomposición, para dar cumplimiento a su misión mientras tratan de evitar que esa temible acompañante que les persigue, la muerte, les encuentre.
A pesar de la relativa simplicidad del hilo argumental de “1917”, el despliegue artístico de Mendes, acompañado de una brillante actuación de los dos actores principales, adecuadamente secundados por cortas pero efectivas interpretaciones de profesionales tan consagrados como Firth, Cumberbatch o Scott; consiguen aunar una película realmente poderosa en la que nos sentimos partícipes de las peripecias de Blake y Schofield. En la que vibramos y sufrimos con sus aventuras y desventuras. En la que empatizamos con sus sentimientos y emociones a través del camino que esos “jóvenes extraños” emprenden por ese infierno hacia su salvación.
Como bien expresa el tema más emotivo de la banda sonora de la cinta en una escena que hiela el alma: “I am a poor wayfaring stranger. I’m travelling through this world below. There is no sickness, no toil, nor danger. In that bright land to which I go”.
Uno de los éxitos de esta película es que, a pesar de la magnitud de los hechos que se narran, no se atisba el más mínimo ápice de heroicidad durante los mismos. No se vislumbra esa épica norteamericana, tan habitual en el género bélico de la factoría Hollywood, en la que los soldados son presentados como una suerte de superhombres; máquinas de la guerra carentes de miedo, dudas, ambivalencias o fragilidades. Todo lo contrario, en “1917” los protagonistas son seres vulnerables, dubitativos, y a menudo imbuidos por el terror. Son seres humanos al fin y al cabo. No obstante, lejos de quedarse paralizados ante el horror de las experiencias que sufren en sus propias carnes; el sentido de la responsabilidad, el del deber y, sobre todo, el de la supervivencia, les motivan a avanzar sin cesar a través de ese infierno de barro, sangre y cuerpos en descomposición, para dar cumplimiento a su misión mientras tratan de evitar que esa temible acompañante que les persigue, la muerte, les encuentre.
A pesar de la relativa simplicidad del hilo argumental de “1917”, el despliegue artístico de Mendes, acompañado de una brillante actuación de los dos actores principales, adecuadamente secundados por cortas pero efectivas interpretaciones de profesionales tan consagrados como Firth, Cumberbatch o Scott; consiguen aunar una película realmente poderosa en la que nos sentimos partícipes de las peripecias de Blake y Schofield. En la que vibramos y sufrimos con sus aventuras y desventuras. En la que empatizamos con sus sentimientos y emociones a través del camino que esos “jóvenes extraños” emprenden por ese infierno hacia su salvación.
Como bien expresa el tema más emotivo de la banda sonora de la cinta en una escena que hiela el alma: “I am a poor wayfaring stranger. I’m travelling through this world below. There is no sickness, no toil, nor danger. In that bright land to which I go”.