Barry se adaptó al mundo y buscó la manera de beneficiarse de él, consiguiendo siempre sus propósitos en pro de una posición más elevada...si bien su ambición terminó destruyéndolo. Obtuvo provecho de todo aquel que se interpuso en su camino: amigo o enemigo, conocido o desconocido, no había nada que pudiera parar su camino excepto él mismo. No supo distinguir la necesidad del deseo y cayó en desgracia.
Barry lo perdió todo: el amor de su vida, sus amistades, su patria, el nombre de su familia, su fortuna, su herencia genética… todo lo que realmente le importaba acabó demolido por no saber acallar las peticiones de su ser. Todo excepto el amor de una madre que, aunque imperfecta, permanecería inquebrantable junto al fruto de sus entrañas.
Pero no es todo deplorable en Rendmond, incluso un canalla de su calibre dispone de corazón: su entera disposición hacia su hijo nos revela que no es el demonio. No sería el único ejemplo de su humanidad. Su último duelo contrapone su enorme acto de clemencia y de perdón, y el odio más intenso, capaz de hacernos invulnerables a cualquier gesto de bondad. Este es sin duda el momento culmen de la película.
No quisiera acabar el comentario sin hacer referencia a la maravillosa fotografía, cortesía de la NASA.
Gracias Stanley.