Ni me resulta tan manipuladora como había leído, ni tan demagógica como creía, ni siquiera tan tremendista como parece. Antes bien, la cara y, al mismo tiempo, la cruz de “Camino” es ser dolorosamente creíble y tristemente real, y no me refiero sólo a la enfermedad de la niña sino también al retrato de la gente que rodea a la chiquilla y que imagino en la realidad tal cual nos lo pinta Fesser. No digo que todo sean hechos y personajes rigurosamente reales, sino que el retrato me parece veraz. Sus rasgos no me resultan caricaturescos porque creo que simplemente son así de grotescos.
Ahora bien, dicho esto, también creo que el discurso de Fesser es fácil, elemental, básico. Lo difícil sería presentar de otro modo a este grupo de fundamentalistas. En este sentido, el trabajo está hecho en sí mismo, por lo que no hay demasiado mérito en lo que hace Fesser. Y vista así, la película es más exhibicionista que otra cosa. Si cabe, incluso hay handicaps que, en mi opinión, la emborronan (ver spoiler 1)
El gran mérito de la película hay que buscarlo, por tanto, en su bien construido guión y en su eficaz y precisa imaginería visual, que encuentra terreno donde explayarse en las fantasías oníricas de la niña, muy bien pensadas, muy bien desarrolladas y muy bien montadas, alcanzando la condición de puro terror (ver spoiler 2).
Finalmente no quiero dejar de citar una frase extraída de una crítica que he leído en la revista “FilaSiete”. No comparto esta crítica, muy beligerante con la película, pero la reflexión con que termina no me parece desdeñable: “El problema es el precedente que puede sentar una película como ésta, que para criticar unas ideas y unas instituciones irrumpe a patadas en la tragedia (real) de una familia”.
Magnífica la música.
Magnífico todo el reparto.