No recuerdo a qué edad tuve el placer de ver ésta película, pero sí el modo en el que me impactó. He visto cientos de películas, pero si alguien me preguntara "¿Y cuál es tu favorita?", lo más probable es que contestara "Reservoir Dogs".
No soy crítico de cine, ni mucho menos. De hecho, soy terriblemente subjetiva en la mayoría de películas que veo, y para mí, si la historia logra estremecerte, hacerte pensar o simplemente, si no se olvida fácilmente, lo demás me da igual. Pero, por más que lo pienso, no puedo encontrar ningún fallo a Reservoir Dogs, subjetiva y objetivamente hablando.
La historia se desarrolla a un ritmo perfecto, sin escenas que no aporten nada. El guión...bueno, ¿que más se puede decir del guión que no se haya dicho antes? Inteligente, mordaz y divertido, vamos, lo tiene todo. Y los actores...eso ya es otra historia. Perfectos desde todos los puntos de vista, con especial mención a Harvey Keitel, Steve Buscemi y sobretodo, Michael Madsen, El señor rubio, mi villano favorito, que protagoniza una de las escenas más recordadas y emblemáticas que el séptimo arte ha podido parir. La cinta es trepidante, y casi agradeces que se acabe. Por poder volver a respirar, más que nada, ya que te mantiene con el corazón en un puño.
En fin, Quentin Tarantino, admirado y controvertido a partes iguales, puso el listón muy alto con éste debut y volvió a superarse con Pulp Fiction dos años despúes, obra maestra con la que se consagró como uno de los grandes. Y con razón.
Vaya peliculón. Si amas el cine, no te lo puedes perder.