El vehículo de la película, el concurso, es la gran metáfora donde se plasma cómo cada uno ha interiorizado las circunstancias que vivieron de niños.

A Jamal su infancia le ha servido para ir contestando una a una a las preguntas que se le plantean. Unas por casualidades que vivió, otras por aptitudes que ha tenido que desarrollar para sobrevivir. La penúltima pregunta, que salva por advertir que el presentador quería engañarle, es ejemplo de ello. El premio final no es el dinero, es la oportunidad que ha sabido aprovechar de tener una vida distinta y mejor.

A Salim, sin embargo, los horrores y miserias le han potenciado la cruz de un corazón que ya de natural era calculador. Cada una de sus vivencias le ha ido enraizando cada vez más al mundo que conoció de niño. Pudiera parecer fuerte y rebelde, pero es el más débil por sucumbir a lo fácil, por no luchar por salir. Su muerte, a la vez del momento en que Jamal gana el premio, es el final del camino, que fue igual para los dos, pero con una meta bien distinta.