Tabú, de Miguel Gomes, es una propuesta formalmente irreprochable, que juega con dos elementos (el blanco y negro de la fotografía, y la alternancia sonoro/silencioso en los diálogos) de manera hábil y sensible, pero que, en su debe, cuenta con una historia de amor que no aporta nada nuevo a las convenciones temáticas en la materia y cierto desaprovechamiento de un entorno físico (el africano), que no pasa de ser una ubicación irrelevante para la trama. De todos modos, recomendable: el disfrute estético está garantizado...