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Voto de Donald Rumsfeld:
5
2018
Carlos Montero (Creador), Darío Madrona (Creador) ...
5,4
10.589
Serie de TV. Drama. Thriller
Serie de TV (2018-Actualidad). 6 temporadas. Las Encinas es el colegio más exclusivo del país y al que la élite envía a sus hijos a estudiar. Un mundo privilegiado con fiestas de alta sociedad, niños ricos, sexo y drogas. En él acaban de ser admitidos tres chicos de clase obrera después de que un terremoto destruyera el colegio público y sus alumnos tuvieran que ser repartidos por otros institutos de la zona. El choque entre los que lo ... [+]
3 de octubre de 2019
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de analizar la serie me gustaría hacer un par de consideraciones absolutamente irrelevantes.
Élite pretende ser un drama ligero pero los recursos que utiliza a la hora de articular su narrativa la acercan más a la telenovela adolescente que a la teórica seriedad que se le presume a aquello que intenta ser verosímil a la hora de plantear los conflictos. Ni los contextos ni los personajes ni los conflictos son planteados con el rigor suficiente como para tomársela en serio: es una broma, y también la sublimación terminal de tantas series adolescentes que la televisión española ha legado a la posteridad, cuyas características más reconocibles, al comparalas con sus homólogas estadounidenses, son: cierta desinhibición sexual, intensas relaciones sentimentales, una representación un tanto más realista a la hora de abordar las vicisitudes de la adolescencia y un énfasis a la hora de tocar aquellas cuestiones sociales que puedan estar de moda, como el empoderamiento femenino, el acoso escolar o la normalización de la homosexualidad.
Por ejemplo, Élite tiene como hilo conductor un conflicto generado por la tensión que provoca el contacto (sic.) entre clases sociales. En apariencia, ya que en realidad este conflicto nunca se desarrolla como tal, y sí como una sucesión de malentendidos, accidentes o casualidades que sirven para preconizar la tolerancia, la libertad sexual y el buen rollo. Esto no solo afecta al contenido sino también a la forma: todo el potencial subversivo del hilo conductor se neutraliza rápidamente con una puesta en escena limpia y aséptica, una fotografía brillante, colorida y glamurosa, similar a la de cualquier anuncio de Apple, y una plantilla de gran diversidad étnica y cultural en espléndida forma física y con perfecta delantera, como cualquier anuncio en general. Visualmente, tras tan fotogénica purga, cualquier conflicto de clase queda completamente anulado. En consecuencia, Élite es una serie que simula condenar a las élites mientras brinda con champán en el jacuzzi y que amaga con condenar el fanatismo para acabar exaltando la familia. El mensaje está muy claro: no hay nada que mole más que las casas de los ricos, sus drogas, sus fiestas, sus trajes, sus cuerpos y sus vidas. Especialmente cuando son jóvenes. Y el resto (el hilo conductor) tan solo es la clásica coartada pseudo revolucionaria que todo buen producto ha de llevar en su etiqueta, desde Matrix hasta Avatar, desde Audi hasta Apple, con la encubrir productos que desde el punto de vista ideológico tan solo aspiran a ser mercancía en clave de espectáculo y evasión.
Y ahora permitidme pasar a lo realmente importante.
Me consta que esta serie, tan progre, tan liberada, tan empoderante, ha generado cierto malestar entre la comunidad musulmana. Es fácil entender semejante malestar. Pues, pese a lo que la serie muestra ,es incuestionable que pocas culturas respetan a la mujer o los homosexuales tanto como la musulmana. En este sentido, desde mi humilde púlpito, me gustaría sumarme a la protesta: resulta lamentable la visión tan sesgada y radical que la serie ofrece de los musulmanes, retratándolos poco menos que como a un grupo atrapado en tradiciones obsoletas, escasamente liberal, anclado en el siglo VII y en el que los pater familias no son más que pequeños dictadores. Pero lo cierto es que todos esos estereotipos son completamente falsos: no hay nada más moderno que el islamismo, ni más chic que un buen hiyab. Así que, en mi calidad de experto en Oriente Medio y todo lo demás, he de quejarme aquí por el trato xenófobo que dispensan en Élite a una cultura tan avanzada, tan abierta y tolerante como la islámica.
Del mismo modo, no me queda más remedio que condenar el notable descenso erótico de la segunda temporada, en donde las tórridas escenas cuasi pederastas de la primera han sido sustituidas por una aburrida sucesión de embestidas contra la pared, pasando del morboso ménage à troi de la condesita a repulsivas pajillas entre colegas. Y además, de los tres polvos que echan, dos son un aquí te pillo aquí te mato y el otro un folleteo rápido en el vestuario, con menos carne que un plan vegano. Si la tendencia continúa en la cuarta solo habrá besos en las mejillas y en la quinta irán con carabina
Élite pretende ser un drama ligero pero los recursos que utiliza a la hora de articular su narrativa la acercan más a la telenovela adolescente que a la teórica seriedad que se le presume a aquello que intenta ser verosímil a la hora de plantear los conflictos. Ni los contextos ni los personajes ni los conflictos son planteados con el rigor suficiente como para tomársela en serio: es una broma, y también la sublimación terminal de tantas series adolescentes que la televisión española ha legado a la posteridad, cuyas características más reconocibles, al comparalas con sus homólogas estadounidenses, son: cierta desinhibición sexual, intensas relaciones sentimentales, una representación un tanto más realista a la hora de abordar las vicisitudes de la adolescencia y un énfasis a la hora de tocar aquellas cuestiones sociales que puedan estar de moda, como el empoderamiento femenino, el acoso escolar o la normalización de la homosexualidad.
Por ejemplo, Élite tiene como hilo conductor un conflicto generado por la tensión que provoca el contacto (sic.) entre clases sociales. En apariencia, ya que en realidad este conflicto nunca se desarrolla como tal, y sí como una sucesión de malentendidos, accidentes o casualidades que sirven para preconizar la tolerancia, la libertad sexual y el buen rollo. Esto no solo afecta al contenido sino también a la forma: todo el potencial subversivo del hilo conductor se neutraliza rápidamente con una puesta en escena limpia y aséptica, una fotografía brillante, colorida y glamurosa, similar a la de cualquier anuncio de Apple, y una plantilla de gran diversidad étnica y cultural en espléndida forma física y con perfecta delantera, como cualquier anuncio en general. Visualmente, tras tan fotogénica purga, cualquier conflicto de clase queda completamente anulado. En consecuencia, Élite es una serie que simula condenar a las élites mientras brinda con champán en el jacuzzi y que amaga con condenar el fanatismo para acabar exaltando la familia. El mensaje está muy claro: no hay nada que mole más que las casas de los ricos, sus drogas, sus fiestas, sus trajes, sus cuerpos y sus vidas. Especialmente cuando son jóvenes. Y el resto (el hilo conductor) tan solo es la clásica coartada pseudo revolucionaria que todo buen producto ha de llevar en su etiqueta, desde Matrix hasta Avatar, desde Audi hasta Apple, con la encubrir productos que desde el punto de vista ideológico tan solo aspiran a ser mercancía en clave de espectáculo y evasión.
Y ahora permitidme pasar a lo realmente importante.
Me consta que esta serie, tan progre, tan liberada, tan empoderante, ha generado cierto malestar entre la comunidad musulmana. Es fácil entender semejante malestar. Pues, pese a lo que la serie muestra ,es incuestionable que pocas culturas respetan a la mujer o los homosexuales tanto como la musulmana. En este sentido, desde mi humilde púlpito, me gustaría sumarme a la protesta: resulta lamentable la visión tan sesgada y radical que la serie ofrece de los musulmanes, retratándolos poco menos que como a un grupo atrapado en tradiciones obsoletas, escasamente liberal, anclado en el siglo VII y en el que los pater familias no son más que pequeños dictadores. Pero lo cierto es que todos esos estereotipos son completamente falsos: no hay nada más moderno que el islamismo, ni más chic que un buen hiyab. Así que, en mi calidad de experto en Oriente Medio y todo lo demás, he de quejarme aquí por el trato xenófobo que dispensan en Élite a una cultura tan avanzada, tan abierta y tolerante como la islámica.
Del mismo modo, no me queda más remedio que condenar el notable descenso erótico de la segunda temporada, en donde las tórridas escenas cuasi pederastas de la primera han sido sustituidas por una aburrida sucesión de embestidas contra la pared, pasando del morboso ménage à troi de la condesita a repulsivas pajillas entre colegas. Y además, de los tres polvos que echan, dos son un aquí te pillo aquí te mato y el otro un folleteo rápido en el vestuario, con menos carne que un plan vegano. Si la tendencia continúa en la cuarta solo habrá besos en las mejillas y en la quinta irán con carabina
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Sin embargo, más allá de tan justísimos reproches, he de felicitar a los creadores por el soberbio casting que han realizado. Quizá los actores no tengan mucha expresividad, puede que la dicción no sea el punto fuerte de algunos y que la interpretación no sea el de casi ninguno, pero cuando iluminan la pantalla actrices tan multidisciplinares, dinámicas, eficientes y proactivas como Ester Expósito, solo queda ceder ante el talento.
Una vez metida en su personaje, no hay registro que no domine: lo mismo hace de guarra que le da un calentón. Su expresividad facial, curtida en mil batallas de Instagram, le sirve para hacer navegar a su personaje entre dos personalidades completamente opuestas, que abarcan desde el -sí pero ya- hasta el -ahora también que estoy mohína-. Es cierto que la condesita trasmite menos clase, elegancia y ligereza que un manatí al salir del agua, pero ella sabe sobreponerse a la adversidad mediante el indestructible maquillaje que le han impreso en la cara y un vestuario seleccionado para realzar su valor como mujer que piensa y siente, constantemente y en una sola cosa. Una mujer, sí, que puede que aún no sea independiente pero que sabe ganarse nuestro respeto mediante dos poderosas armas capaces de subyugar a cuantos se le aproximan: su personalidad y su otra personalidad.
Los demás personajes, debemos admitir, tampoco van a la zaga. Todos ellos se caracterizan por ser jóvenes comprometidos, de hondas inquietudes y gran curiosidad, cuyos elevados principios solo son superados por un deseo insaciable de superación. A riesgo de esquematizar, se podría decir que ellos están obsesionados con el calentamiento global y la subida de las temperaturas, mientras que ellas parecen más preocupadas por el incremento del nivel del mar y las previsibles inundaciones de los bajíos, así como por algún que otro eventual maremoto como consecuencia del deslizamiento de las superficies de fricción entre las placas tectónicas. De ahí que estos jóvenes tan concienciados se pasen gran parte de sus vidas en bañador o prendas menores: nadie sabe donde le pillará el apocalipsis pero, sin duda, si está en pelotas ya llevará mucho adelantado.
Y aquí cabe decir cabe decir que todo el vestuario es un canto a la imaginación. Más que un instituto parece un pase de modelos en el que el tercer mejor diseñador pakistaní se hubiera dedicado a zurcir las cuatro piezas del uniforme en sus diferentes variantes. Nunca un uniforme fue menos uniforme. El resultado es una sinfonía de colores muy comprometidos, pantalones concienciados, botones insumisos, faldas amotinadas, camisetas idealistas, zapatos soñadores y un sinfín de complementos dispuestos a morir de píe y vivir de rodillas, todos ellos creados para realzar los excepcionales atributos psicológicos de uno grupo de jóvenes que ríanse ustedes de Pericles y su generación.
Volviendo a los personajes, lo cierto es que no falta de nada: la joven promesa del fundamentalismo que acaba de salir del armario, el niño que ya es un hombre y sabe que ninguna camisa le hará justicia, la fashiom victim de los burkas, la rebelde de Instagram, el dandy pastillero, la poligonera socrática… . En efecto, Élite es ante todo un festival del pensamiento en el que los más bellos y selectos efebos se lanzan miradas de picardía entre chascarrillos freudianos y latigazos de ética kantiana, retratando con milimétrica precisión el clima intelectual de una época; el zeitgeist de toda una generación.
Una vez metida en su personaje, no hay registro que no domine: lo mismo hace de guarra que le da un calentón. Su expresividad facial, curtida en mil batallas de Instagram, le sirve para hacer navegar a su personaje entre dos personalidades completamente opuestas, que abarcan desde el -sí pero ya- hasta el -ahora también que estoy mohína-. Es cierto que la condesita trasmite menos clase, elegancia y ligereza que un manatí al salir del agua, pero ella sabe sobreponerse a la adversidad mediante el indestructible maquillaje que le han impreso en la cara y un vestuario seleccionado para realzar su valor como mujer que piensa y siente, constantemente y en una sola cosa. Una mujer, sí, que puede que aún no sea independiente pero que sabe ganarse nuestro respeto mediante dos poderosas armas capaces de subyugar a cuantos se le aproximan: su personalidad y su otra personalidad.
Los demás personajes, debemos admitir, tampoco van a la zaga. Todos ellos se caracterizan por ser jóvenes comprometidos, de hondas inquietudes y gran curiosidad, cuyos elevados principios solo son superados por un deseo insaciable de superación. A riesgo de esquematizar, se podría decir que ellos están obsesionados con el calentamiento global y la subida de las temperaturas, mientras que ellas parecen más preocupadas por el incremento del nivel del mar y las previsibles inundaciones de los bajíos, así como por algún que otro eventual maremoto como consecuencia del deslizamiento de las superficies de fricción entre las placas tectónicas. De ahí que estos jóvenes tan concienciados se pasen gran parte de sus vidas en bañador o prendas menores: nadie sabe donde le pillará el apocalipsis pero, sin duda, si está en pelotas ya llevará mucho adelantado.
Y aquí cabe decir cabe decir que todo el vestuario es un canto a la imaginación. Más que un instituto parece un pase de modelos en el que el tercer mejor diseñador pakistaní se hubiera dedicado a zurcir las cuatro piezas del uniforme en sus diferentes variantes. Nunca un uniforme fue menos uniforme. El resultado es una sinfonía de colores muy comprometidos, pantalones concienciados, botones insumisos, faldas amotinadas, camisetas idealistas, zapatos soñadores y un sinfín de complementos dispuestos a morir de píe y vivir de rodillas, todos ellos creados para realzar los excepcionales atributos psicológicos de uno grupo de jóvenes que ríanse ustedes de Pericles y su generación.
Volviendo a los personajes, lo cierto es que no falta de nada: la joven promesa del fundamentalismo que acaba de salir del armario, el niño que ya es un hombre y sabe que ninguna camisa le hará justicia, la fashiom victim de los burkas, la rebelde de Instagram, el dandy pastillero, la poligonera socrática… . En efecto, Élite es ante todo un festival del pensamiento en el que los más bellos y selectos efebos se lanzan miradas de picardía entre chascarrillos freudianos y latigazos de ética kantiana, retratando con milimétrica precisión el clima intelectual de una época; el zeitgeist de toda una generación.