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Voto de Donald Rumsfeld:
7
2005
Jenji Kohan (Creadora), Craig Zisk ...
7,1
20.111
Serie de TV. Comedia
Serie de TV (2005-2012). 8 temporadas. 102 episodios. En Agrestic (California), vive Nancy (Mary-Louise Parker), una madre recién enviudada que acaba vendiendo marihuana a sus vecinos para poder mantener el nivel de vida de clase media a la que ella y sus hijos estaban acostumbrados. (FILMAFFINITY)
1 de diciembre de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hasta hace no mucho prefería mirar hacia otra parte cuando alguien comentaba lo buena que era la historia de una película. Pensaba que en en el mejor de los casos podían ser correctas, pero que, por muy buena que fuera la película, nunca podrían acercase a la calidad narrativa que posee una novela normalita. Mi criterio se fundamentaba tanto en la complejidad y profundidad de la narración como en el control del que dispone el artífice de la obra. En una novela el control es absoluto y el tiempo ilimitado; en una película, al ser mayor el número de factores y condicionantes que intervienen en el proceso, el control es menos preciso y suele haber puntos en donde la narración se debe sacrificar ante el diseño de producción, el reparto, los efectos especiales o un simple plano de contextualización. Así, mientras una novela fácilmente puede alcanzar una tonalidad característica que se mantiene coherente página tras página, en el cine, en la medida en que funciona como una amalgama de elementos, las tonalidades son menos concretas y definidas. Por poner un ejemplo: es muy difícil ser ambiguo cuando tienes que sumar rostros, música, palabras, escenarios… ya que la ambigüedad sólo se puede lograr en la medida en que se controlan los recursos desplegados.
Por otra parte, las series siempre habían estado supeditadas al medio televisivo: al infame doblaje, a anuncios que rompen el ritmo, al formato de imagen, a un sinfín de obligaciones contractuales… Sin embargo, la expansión de las pantallas panorámicas en los hogares, los sistemas de sonido domésticos y las nuevas plataformas de servicios audiovisuales han cambiado por completo el escenario y las reglas del juego.
Todo el mundo lo sabe: vivimos la edad de oro de las series. Las razones fundamentales son: la independencia de la que gozan estas plataformas y los riesgos que se pueden permitir asumir, las posibilidades de elaboración audiovisual que ofrecen los formatos panorámicos y de sonido envolvente, y, sobre todo, la posibilidad de desarrollar tramas y personajes con una libertad y complejidad sin precedentes.
Narrativamente, Los Soprano no tiene nada que envidiar a la mejor novela de Mario Puzo. The Leftovers a una de Saramago. Making a murder a El Proceso. Weeds a En la Carretera.
Pero también, y en ocasiones esto puede resultar aún más importante, son especiales por el mismo hecho de tener rostros. De ver crecer, literalmente, a sus personajes; de compartir periódicamente un rato de nuestras de vidas con ellos (motivo por el cual tendemos a sobrevalorarlas) mientras nosotros crecemos a su vez.
En resumen: Las series actualmente se pueden beneficiar tanto de las ventajas del medio cinematográfico -es mucho más fácil empatizar con algo que tiene rostro, construir una atmósfera con música, establecer un ritmo mediante el uso de los planos-, como de otras características (duración, menor necesidad de ser rentables, mayor libertad y control...) que tradicionalmente habían estado reservadas al ámbito literario.
En definitiva, es la edad de oro de las series porque es el nacimiento de un nuevo medio de expresión artística. Si el siglo XX fue el siglo el del cine, el XXI, de momento, es el de la serie.
Añadan a esto un factor paralelo: la fuga de talento del cine hollywoodiense. Está claro que si juntas a guionistas cojonudos, directores talentosos, técnicos que se conocen todos los trucos, actores de primera, y permites que se comprometan en algo que les gusta, algo muy bueno tenía que acabar pasando.
Weeds es solo una prueba más de todo lo anterior.
Por otra parte, las series siempre habían estado supeditadas al medio televisivo: al infame doblaje, a anuncios que rompen el ritmo, al formato de imagen, a un sinfín de obligaciones contractuales… Sin embargo, la expansión de las pantallas panorámicas en los hogares, los sistemas de sonido domésticos y las nuevas plataformas de servicios audiovisuales han cambiado por completo el escenario y las reglas del juego.
Todo el mundo lo sabe: vivimos la edad de oro de las series. Las razones fundamentales son: la independencia de la que gozan estas plataformas y los riesgos que se pueden permitir asumir, las posibilidades de elaboración audiovisual que ofrecen los formatos panorámicos y de sonido envolvente, y, sobre todo, la posibilidad de desarrollar tramas y personajes con una libertad y complejidad sin precedentes.
Narrativamente, Los Soprano no tiene nada que envidiar a la mejor novela de Mario Puzo. The Leftovers a una de Saramago. Making a murder a El Proceso. Weeds a En la Carretera.
Pero también, y en ocasiones esto puede resultar aún más importante, son especiales por el mismo hecho de tener rostros. De ver crecer, literalmente, a sus personajes; de compartir periódicamente un rato de nuestras de vidas con ellos (motivo por el cual tendemos a sobrevalorarlas) mientras nosotros crecemos a su vez.
En resumen: Las series actualmente se pueden beneficiar tanto de las ventajas del medio cinematográfico -es mucho más fácil empatizar con algo que tiene rostro, construir una atmósfera con música, establecer un ritmo mediante el uso de los planos-, como de otras características (duración, menor necesidad de ser rentables, mayor libertad y control...) que tradicionalmente habían estado reservadas al ámbito literario.
En definitiva, es la edad de oro de las series porque es el nacimiento de un nuevo medio de expresión artística. Si el siglo XX fue el siglo el del cine, el XXI, de momento, es el de la serie.
Añadan a esto un factor paralelo: la fuga de talento del cine hollywoodiense. Está claro que si juntas a guionistas cojonudos, directores talentosos, técnicos que se conocen todos los trucos, actores de primera, y permites que se comprometan en algo que les gusta, algo muy bueno tenía que acabar pasando.
Weeds es solo una prueba más de todo lo anterior.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
No es la mejor, ni lo pretende; Weeds se conforma con ser ella misma.
Pura anarquía: véase, por ejemplo, la 6ª temporada, cuando los personajes ya no son más que vagabundos. O el personaje de Doug Wilson, patada en las partes. Especialmente el de Nancy.
Así, en una caravana, recorren una realidad confusa para la cual no hay gps disponible. Huyendo de aquello que no es posible evitar. Intentando establecer algún punto de referencia en un entorno hostil y deslizante. Naufragando en un momento indeterminado, en un punto impreciso. En realidad, todo puede ser mucho más complicado de lo que parece.
Drama sobre la modernidad y sus contradicciones desde la perspectiva de una mujer normal, (bueno, casi), cuyos personajes centrales son los miembros una familia (bueno, no exactamente) que viven en uno de tantos suburbios (bueno, al principio).
(Breaking bad recicló muchos de los elementos de Weeds. En ciertos aspectos se podría hablar de plagio. Si no fuera porque en Breaking bad quitaron toda la sutileza. Simplemente comparen los dos inicios y los dos finales. Y luego, si quieren, todo lo demás. En este punto TAMPOCO voy a extenderme, aunque seguramente debería…).
Sí, es una comedia. Pero muy agria y realista. Dura con sus personajes. En Weeds cada acción tiene
consecuencias. La circunstancia se impone sobre ellos. Salvo en el caso de Doug, que en líneas generales no es más que un bufón de opereta que los guionistas usan para reírse de todo. Una especie de personaje Henry Milleriano absolutamente por encima de cualquier circunstancia.
Sí, aquí hasta el quinto actor del reparto tiene un papel que mola.
Y no se les va a perdonar nada. No son superhéroes ni tiene superhabilidades ni sufren supertransformaciones (me comunican que el cirujano plástico de la Parker disiente de esto último). No son más que un grupo de personas intentando salir hacia delante. De hecho, tras su apariencia de comedia gansteril hay un trasfondo muy cercano al de Boyhood. La serie nunca se queda en la superficie de los acontecimientos, de los personajes, el tiempo pasa por ellos no necesariamente a mejor (me comunican que el cirujano de la Parker también disiente aquí).
Es irregular, muy irregular si se piensa en sus puntos álgidos, 1ª 2ª 6ª y 8ª temporada, pero también es cierto que esas temporadas son gloriosas. Tandas de capítulos que vistos de corrido asombran por su coherencia y veracidad. Tan perfectamente hilvanados que sientes como esas circunstancias van grabando muescas sobre el alma de los personajes.
Los cuales no paran de evolucionar ¿cómo podrían no hacerlo si a lo largo de la serie uno de los ejes centrales es el paso de tiempo? ¿Cómo podrían no hacerlo si cada una de ellos es cómplice y víctima de cada uno de los otros?
Los errores, claro, siempre son los mismos. Y cuando finalmente alguno de ellos alcanza su sueño resulta que las circunstancias han cambiado. Su sueño ya es inútil. Ha quedado desfasado. Pulverizado. Copenhague. Pittsburgh.
El final de Weeds es sencillo y auténtico. Y bonito. Lo diré otra vez por si no vuelvo a tener la oportunidad: es un final muy bonito.
Pura anarquía: véase, por ejemplo, la 6ª temporada, cuando los personajes ya no son más que vagabundos. O el personaje de Doug Wilson, patada en las partes. Especialmente el de Nancy.
Así, en una caravana, recorren una realidad confusa para la cual no hay gps disponible. Huyendo de aquello que no es posible evitar. Intentando establecer algún punto de referencia en un entorno hostil y deslizante. Naufragando en un momento indeterminado, en un punto impreciso. En realidad, todo puede ser mucho más complicado de lo que parece.
Drama sobre la modernidad y sus contradicciones desde la perspectiva de una mujer normal, (bueno, casi), cuyos personajes centrales son los miembros una familia (bueno, no exactamente) que viven en uno de tantos suburbios (bueno, al principio).
(Breaking bad recicló muchos de los elementos de Weeds. En ciertos aspectos se podría hablar de plagio. Si no fuera porque en Breaking bad quitaron toda la sutileza. Simplemente comparen los dos inicios y los dos finales. Y luego, si quieren, todo lo demás. En este punto TAMPOCO voy a extenderme, aunque seguramente debería…).
Sí, es una comedia. Pero muy agria y realista. Dura con sus personajes. En Weeds cada acción tiene
consecuencias. La circunstancia se impone sobre ellos. Salvo en el caso de Doug, que en líneas generales no es más que un bufón de opereta que los guionistas usan para reírse de todo. Una especie de personaje Henry Milleriano absolutamente por encima de cualquier circunstancia.
Sí, aquí hasta el quinto actor del reparto tiene un papel que mola.
Y no se les va a perdonar nada. No son superhéroes ni tiene superhabilidades ni sufren supertransformaciones (me comunican que el cirujano plástico de la Parker disiente de esto último). No son más que un grupo de personas intentando salir hacia delante. De hecho, tras su apariencia de comedia gansteril hay un trasfondo muy cercano al de Boyhood. La serie nunca se queda en la superficie de los acontecimientos, de los personajes, el tiempo pasa por ellos no necesariamente a mejor (me comunican que el cirujano de la Parker también disiente aquí).
Es irregular, muy irregular si se piensa en sus puntos álgidos, 1ª 2ª 6ª y 8ª temporada, pero también es cierto que esas temporadas son gloriosas. Tandas de capítulos que vistos de corrido asombran por su coherencia y veracidad. Tan perfectamente hilvanados que sientes como esas circunstancias van grabando muescas sobre el alma de los personajes.
Los cuales no paran de evolucionar ¿cómo podrían no hacerlo si a lo largo de la serie uno de los ejes centrales es el paso de tiempo? ¿Cómo podrían no hacerlo si cada una de ellos es cómplice y víctima de cada uno de los otros?
Los errores, claro, siempre son los mismos. Y cuando finalmente alguno de ellos alcanza su sueño resulta que las circunstancias han cambiado. Su sueño ya es inútil. Ha quedado desfasado. Pulverizado. Copenhague. Pittsburgh.
El final de Weeds es sencillo y auténtico. Y bonito. Lo diré otra vez por si no vuelvo a tener la oportunidad: es un final muy bonito.