“Cocktail” a base de sugerencia sexual (insinuaciones lésbicas, sádicas, necrófilas y “voyeurs”), violencia, suspense, goticismo y sorpresa final. A modo de cruce entre “Psicosis” y “Frankenstein”, se trata de una película morbosa, un puzzle intrigante de interiores trampa, un juego psicológico donde la mansión convertida en internado dibuja espejos psicológicos de la propia represión interna de sus personajes.

Exenta (voluntariamente) de humor, efectista sin caer en la mera exhibición guiñolesca y dotada de como mínimo una doble capa de lectura (o bien como radiografía del sexo reprimido, mutado en monstruosidad, o bien como una crónica de la sexualidad putrefacta por la educación fundamentalista y castradora), puede considerarse como revolucionaria en el contexto del cine y de la sociedad de la época.