En el desolado panorama que representa la oferta cinematográfica de nuestra bendita piel de toro, son pocos los realizadores que realmente merecen la pena. Daniel Monzón es uno de ellos, y es que el director mallorquín, antiguo crítico de la revista Fotogramas, ha conseguido, con apenas cinco películas, situarse en un merecido lugar de privilegio, protegido por un discurso ganador que se resume en una premisa muy sencilla, esa de dar al espectador lo que justamente reclama.

Se nota que Monzón ha respirado mucho cine de género hasta llegar a este niño, ya con "Celda 211", su anterior película, nos regaló un notable trabajo carcelario, que encuentra continuidad en este intenso thriller fronterizo, situado al sur, entre dos continentes separados apenas por unos kilometros de distancia, donde el peñón de Gibraltar actúa como testigo mudo de una convincente historia de contrabando, con policías y delincuentes enfrentados, en una linea narrativa muy cercana y familiar, punto fuerte con el que poder alcanzar una mayor convicción en su resultado final.

Por el metraje, transitan los ecos de "The French Connection" (1971), quizá la referencia más evidente, porque a ella le unen bastante puntos de forma y contenido, y sobre todo, por saber capturar esa esencia de mantener al espectador inmerso en la trama a lo largo de sus algo más de 120 minutos de duración, sin que apenas se resienta su argumentación, gracias a un guión bien construido y tensado junto a Jorge Guerricaechevarría, colaborador habitual de Monzón, y también de Alex De la Iglesia, otro de nuestros indiscutibles y escasos valores fílmicos.

Y ya que hablamos de colaboraciones, resulta muy complicado no confiar de nuevo en Luis Tosar tras el Malamadre de la 211, el trabajo de nuestro mejor animal de la escena vuelve a resultar impecable, y en esta ocasión, le flanquean dos veteranos de la talla de Sergi López y Eduard Fernández. Un trio de ases que encuentra la replica en la frescura de Jesús Castro, que da vida a ese niño que da nombre al título, y la sorpresa de Jesús Carroza, como entrañable escudero del protagonista.

La única pega, ya como conclusión, es que no haya más películas de esta categoría con la que poder reconciliarnos definitivamente con el cine español, puede que no estemos ante un film perfecto, pero es indudable que contiene una vocación admirable por ir más allá de nuestras fronteras con un producto creíble y genuino, desgraciadamente, y como se suele decir, seguramente solo nos encontramos ante una de esas contadas gotas en el océano.



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