Algo sucede con el País de Nunca Jamás, en principio debería suponer una temática envidiable para su traslación cinematográfica, la novela de J.M. Barrie plantea un universo visual envidiable, pero como también sucede con otras novelas de similares características, se queda en muchos aspectos en tierra de nadie, resultando demasiado adulta para los más pequeños, e igualmente muy infantil para los mayores, lo cual provoca un atasco narrativo, que acaba por hacerse bola en sus diferentes adaptaciones a la gran pantalla.

Segundo largometraje de Benh Zeitlin, tras el éxito de "Bestias del Sur Salvaje" (2012), un trabajo muy apegado, al menos en el tono lírico, al film que nos ocupa, y que vuelve a tomar partido por el protagonismo femenino, dando a Wendy el control de una historia adaptada muy libremente, y persiguiendo un evidente tono de realismo mágico.

La entrada en el mundo adulto, la principal premisa de la novela, es tratado por Zeitlin y su equipo en una isla volcánica del Caribe, un particular Nunca Jamás donde el tiempo se ha detenido, recurso que sirve para jugar con las diferentes posibilidades narrativas, sujetas en muchos casos a la improvisación.

Algún detalle interesante en la puesta en escena, una conseguida fotografía preciosista, o la banda sonora de Dan Romer, ponen de relieve que al menos, en los apartados técnicos, el film se desarrolla de manera adecuada.

Este nuevo recorrido por la celebérrima obra de Barrie, resulta extremadamente agotador, una vez se ha disipado la mínima sorpresa inicial por el escenario y los personajes, con alguna buena interpretación por parte de algunos de los críos, lo soporífero se hace con el control de un trabajo tan ambicioso como confuso, son demasiados los momentos en los que Zeitlin no parece saber a donde va, haciendo de nuevo bola una historia, que por desgracia siempre suele prestarse a estas pobres consideraciones.


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