Ante estos ojos, Lincoln fácilmente pasa por la precuela de JFK: los dos filmes tienen el nombre de un presidente, son largos como ellos solos, con contenido inteligible solo para los estadounidenses (la historia es suya y la adaptan solo para que la disfruten ellos) y relatan la crónica de un suceso particular (Lincoln relata el proceso de abolición de la esclavitud, mientras JFK nos muestra la investigación que se hizo para esclarecer el asesinato de Kennedy). Además, curiosamente comparten un actor: mi adorado Tommy Lee Jones, que en los dos pese a ser secundario es el personaje más llamativo y genial de la película, usa una asquerosa peluca y es nominado al Óscar.
Pues bien, la diferencia, aparte de la época en que se basan, es que en ésta el presidente está vivo y presente en toda la película. La lata es que el ilustre Lincoln parecía andar volado todo el día (¿Qué se supone que era, Lincoln o Bob Marley?) era un esposo mediocre y todo lo conseguía en base a la distracción (esas anécdotas raras que contaba mientras parecía estar totalmente fumado). Las cosas se animaban cuando mostraban a los políticos en la cámara, que pese a que no se distinguían las caras de cada uno de los viejujos (excepto el inconfundible Tommy y el escandaloso personaje de Lee Pace) daba risa ver como se lanzaban arcaicos insultos con vehemencia.
Terminando, esta precuela de JFK da exactamente la misma sensación que aquella: son cosas de ellos, las vivieron ellos, y están hechas solo para ellos. La siguiente secuela supongo que la harán sobre Nixon ¿o no?