Lo reconozco, como ya he comentado en otras ocasiones, mi percepción de las películas que veo varía sustancialmente dependiendo de mi estado anímico o físico. Aviso a mi discreto cupo de almas gemelas que no soy de fiar.
La primera vez que ví Código 46 me gustó... Debía de estar febril, o lo que es más probable, bastante borracho.

Y ahora al revisarla me pregunto, ¿qué ofrece realmente este engolado y cargante pedrusco al espectador medio?. Se supone que básicamente es un romance ambientado en un futuro cercano, aunque no funciona la escandalosamente insignificante y desapasionada historia de amor. Tampoco destaca como relato de ciencia ficción, ya que realmente este género es manejado sólo como un envoltorio poco elaborado, y hubiera dado igual que el escenario fuera el rancho de un western o un castillo medieval. La trama genética es una excusa como cualquier otra para no llegar a ninguna parte, y lo que es peor, aburriéndose por el camino.
La cuestión es: ¿realmente me interesa la relación de la pareja protagonista?, ¿me enternece o me divierte acaso?, ¿me hace sentir algo?.
Lo que ocurre dentro de Código 46 es nada. Conjunto vacío. Winterbottom debería de estarle muy agradecido a Tim Robbins y a Samantha Morton, porque con su profesionalidad evitan en parte el descalabro absoluto.

Mi conciencia me obliga a otorgarle una puntuación media, porque debo nivelar mi anterior opinión positiva con esta nueva y nefasta. ¿Cual será la correcta?, pues... depende del día.