¿Quién no se ha creado un mundo irreal, en el que puedes sufrir algún daño, pero del que sales sin heridas?
En los sueños, todo es posible; en Matrix, aún más...; con la imaginación... con la imaginación es todo eso elevado al infinito; haces y deshaces a tu antojo: que te ataca un troll, le haces cosquillas; que un ejercito de buitres peludos te persiguen, te inventas una manopla que para sí la quisiera Freddy Krugger... pero la imaginación tiene un limite: cuando mejor estás, cuando te dan igual los matones (o las matonas) del cole, cuando la profe por la que bebes los vientos te hace una proposición tan decente que no puedes negarte a ella... patapam!!!!! Bienvenido al MUNDO REAL (que diría aquel)
Contra eso no hay imaginación que valga; el mazazo que recibimos a los 60 minutos (minuto arriba, minuto abajo) es de los que duelen, de los que te hacen revolverte en la butaca del cine, olvidarte de las palomitas, las chuches y la cocacola y pensar: "Joder, esto no me lo esperaba; ¿a santo de qué viene?"
Y entonces reempiezas a ver la peli con otros ojos, y la oyes mejor (porque durante los siguientes 15 minutos se podría escuchar caer un alfiler en la otra punta de la sala) y te pega un bajonazo que te hundes en el asiento, y quieres encontrarte con el guionista y preguntarle el por qué, y deseas que la peli acabe pronto, para poder salir, y deseas también que no acabe, porque no puede acabar así, porque son niños, porque no se lo merecen, porque hay muchos cabrones que no tienen que sentir esos sinsabores y entonces te quedas y la cámara hace un primer plano de los ojos del protagonista y se encienden las luces y dices: "Aun puede quedar esperanza"