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Voto de Marioetellezs:
5
5,8
1.838
Drama
En una famosa escuela de música de la Costa Este, el exigente y célebre director (Dustin Hoffman) de uno de los coros infantiles más prestigiosos del mundo descubre un extraordinario talento en Stet (Garrett Wareing), un conflictivo niño huérfano de 11 años originario de Texas que ha llegado allí tras la muerte de su madre, que era soltera. Las estrictas normas del director empujarán al joven Stet a despertar el amor por la música. (FILMAFFINITY) [+]
12 de diciembre de 2022
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran derroche de pergaminos, actores de primer orden, pero no le llega ni a los talones a la cinta francesa que sirvió de modelo a esta película, me refiero a “Los coristas” (“Los Coristos”, en nuestro nuevo léxico), entrenada el 2004.
En ambas cintas tenemos el niño terrible, al desordenado y rebelde entre rebeldes, pero que canta bonito. En una, es un niño que vive en un colegio para niños con problemas de conducta y en la cinta yanqui es el hijo de un millonario y de una alcohólica que vivía miserablemente en un humilde departamento de 1847 metros cuadrados, con 4 piscinas y con quinchos y spa hasta en los 14 guateres.
Los maestros de música de las dos películas son también muy diferentes, los franceses nos presentan a un gordito buena gente con vocación de maestro, el hombre que lleva la docencia en el alma y los gringos, en cambio; ponen a un destacado maestro coral más preocupado del dinero que puede ganar con los cabros chicos que en la música
Los europeos nos muestran un coro de niños humildes de un colegio rural formado con esfuerzo y amor. Los yanquis un coro de niños bien, internos en un pulcro colegio rodeado de parques de añosos alcornoques, ancianos abedules y empalagosos cedros.
Los franceses en su película nos deleitan con linda música que llega a todo el mundo, sencilla y emotiva, en cambio los llamados “americanos”, pretendiendo ser superiores en todo nos castigan con piezas corales rebuscadas que ni sus propios autores las soportaban. A excepción del Mesías de Haendel, que para mi gusto mmmm ahí no más. Más mérito tiene el oratorio “Los 7 tristes vasos de la última cena” de Wenseslao Mansilla von Winkler, y arreglos del maestro Joseph Pinuka Controzo, Chorleiter de la prestigiosa academia “Los Puchos Lacios.
En ambas cintas tenemos el niño terrible, al desordenado y rebelde entre rebeldes, pero que canta bonito. En una, es un niño que vive en un colegio para niños con problemas de conducta y en la cinta yanqui es el hijo de un millonario y de una alcohólica que vivía miserablemente en un humilde departamento de 1847 metros cuadrados, con 4 piscinas y con quinchos y spa hasta en los 14 guateres.
Los maestros de música de las dos películas son también muy diferentes, los franceses nos presentan a un gordito buena gente con vocación de maestro, el hombre que lleva la docencia en el alma y los gringos, en cambio; ponen a un destacado maestro coral más preocupado del dinero que puede ganar con los cabros chicos que en la música
Los europeos nos muestran un coro de niños humildes de un colegio rural formado con esfuerzo y amor. Los yanquis un coro de niños bien, internos en un pulcro colegio rodeado de parques de añosos alcornoques, ancianos abedules y empalagosos cedros.
Los franceses en su película nos deleitan con linda música que llega a todo el mundo, sencilla y emotiva, en cambio los llamados “americanos”, pretendiendo ser superiores en todo nos castigan con piezas corales rebuscadas que ni sus propios autores las soportaban. A excepción del Mesías de Haendel, que para mi gusto mmmm ahí no más. Más mérito tiene el oratorio “Los 7 tristes vasos de la última cena” de Wenseslao Mansilla von Winkler, y arreglos del maestro Joseph Pinuka Controzo, Chorleiter de la prestigiosa academia “Los Puchos Lacios.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Un niño de once años, algo rebelde, huérfano de madre gracias a un accidente de tránsito causado por el copete, canta como los dioses, por lo que, gracias a la visión de su maestra y al billete que entre sedosas sábanas de brin sanforizado, que periódicamente le depositaba su padre biológico a su profesora, ingresa en una prestigiosa escuela de música cuyo coro infantil viaja por todo el mundo cosechando aplausos y más que nada, verdes billetes. En esa escuela todo es pulcro, ordenado, sanitizado, y desratizado. Los niños diariamente se despiojan y desparasitan con creolina e invermic; Visten ostentosos trajes de muselina bordada con filigranas de estroncio y perlas de Komodo. El nuevo alumno obviamente cayó más pesado que la cuenta pública tartamudeada por el Borich en cadena “voluntaria” de radio y TV, no solo entre sus nuevos y almidonados compañeros, sino que también al director coral, un viejo cacho de paragua que quería que todo se hiciera a su propia pinta.