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Voto de Llibertesa:
10
7,9
171.675
26 de octubre de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
American Beauty es de esas películas que te marcan, que se te quedan grabadas en la piel y el alma y dejan un regusto de felicidad genuina que siempre te empuja a querer volver a ellas. Lo tiene todo: es divertida, sensual y reflexiva; es tan ordinaria como extraordinaria. Y contiene todos los ingredientes de un filme memorable. El recurso de la muerte anunciada y la narración en primera persona es todo un acierto y permite generar interés desde el primer momento hasta el último. Los personajes suscitan repulsión o atracción, y todos ellos tienen una evolución y un final digno. El guión es redondo. No se puede pedir más.
Sam Mendes pisotea los clichés americanos y los pasa por la trituradora hasta obtener un retrato fiel (dentro de lo grotesco) de la sociedad capitalista posmoderna, donde la nueva religión consiste en rendir culto al trabajo insano y proyectar una imagen de éxito tan falsa como las sombras de la cueva de Platón. Una sociedad de sonrisas enlatadas donde se imponen la monotonía y la productividad huera hasta tal punto que nadie espera nada de la vida salvo seguir corriendo en la rueda. En estas circunstancias, no es de extrañar que Lester, nuestro protagonista, se vea cegado por la luz que escapa de la pequeña rendija por donde es posible escapar de este ciclo eterno, encarnada en la mejor amiga de su hija. Dale a un hombre un propósito, una nueva expectativa, y todo cambiará. Y más cuando la vida se torna tan anodina que cualquier cosa insospechada puede acabar siendo objeto de fascinación. Que así sea.
Porque, a pesar de todo, la belleza vive entre nosotros, en todas partes, a todas horas. Todo puede ser digno de nuestra admiración y alegría si sabemos cómo mirar, si abandonamos toda construcción compleja que eclipsa los pequeños detalles, si dejamos de lado la vorágine de la productividad y el pragmatismo. Tan sencillo como eso. Necesitamos fascinarnos como el joven Ricky con aquello que filma: una bolsa de papel movida por el viento, una dulce mirada, un pájaro inerte. Lo necesitamos porque eso es lo que nos hace sentir vivos.
Sam Mendes pisotea los clichés americanos y los pasa por la trituradora hasta obtener un retrato fiel (dentro de lo grotesco) de la sociedad capitalista posmoderna, donde la nueva religión consiste en rendir culto al trabajo insano y proyectar una imagen de éxito tan falsa como las sombras de la cueva de Platón. Una sociedad de sonrisas enlatadas donde se imponen la monotonía y la productividad huera hasta tal punto que nadie espera nada de la vida salvo seguir corriendo en la rueda. En estas circunstancias, no es de extrañar que Lester, nuestro protagonista, se vea cegado por la luz que escapa de la pequeña rendija por donde es posible escapar de este ciclo eterno, encarnada en la mejor amiga de su hija. Dale a un hombre un propósito, una nueva expectativa, y todo cambiará. Y más cuando la vida se torna tan anodina que cualquier cosa insospechada puede acabar siendo objeto de fascinación. Que así sea.
Porque, a pesar de todo, la belleza vive entre nosotros, en todas partes, a todas horas. Todo puede ser digno de nuestra admiración y alegría si sabemos cómo mirar, si abandonamos toda construcción compleja que eclipsa los pequeños detalles, si dejamos de lado la vorágine de la productividad y el pragmatismo. Tan sencillo como eso. Necesitamos fascinarnos como el joven Ricky con aquello que filma: una bolsa de papel movida por el viento, una dulce mirada, un pájaro inerte. Lo necesitamos porque eso es lo que nos hace sentir vivos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Por contra, frente a la simplicidad y la belleza que persigue este personaje (que no puede resistirse a atesorar en cintas), la disciplina y la rectitud que a veces imperan en la vida, ajenas a nuestra voluntad, afloran en forma de la paliza que le propina su padre, como intentando que Ricky vuelva a la dura realidad. Esa misma realidad que mata los sentimientos del matrimonio protagonista y les hiela la sangre, haciendo que un día tras otro pase con total resignación. Por suerte, esta película funciona como un antídoto.
"Era uno de esos días en que está a punto de nevar y el aire está cargado de electricidad. Casi puedes oírlo, ¿verdad? Y esa bolsa estaba bailando conmigo, como un niño pidiéndome jugar. Durante quince minutos. Es el día en que descubrí que existe vida bajo las cosas, y una fuerza increíblemente benévola que me hacía comprender que no hay razón para tener miedo, jamás. El vídeo es una triste excusa, lo sé. Pero me ayuda a recordarlo, necesito recordarlo. A veces hay tantísima belleza en el mundo que siento que no lo aguanto, y que mi corazón se está derrumbando".
"Era uno de esos días en que está a punto de nevar y el aire está cargado de electricidad. Casi puedes oírlo, ¿verdad? Y esa bolsa estaba bailando conmigo, como un niño pidiéndome jugar. Durante quince minutos. Es el día en que descubrí que existe vida bajo las cosas, y una fuerza increíblemente benévola que me hacía comprender que no hay razón para tener miedo, jamás. El vídeo es una triste excusa, lo sé. Pero me ayuda a recordarlo, necesito recordarlo. A veces hay tantísima belleza en el mundo que siento que no lo aguanto, y que mi corazón se está derrumbando".