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España España · Madrid
Voto de Pepe L:
7
Drama Ramón (Javier Bardem) lleva casi treinta años postrado en una cama al cuidado de su familia. Su única ventana al mundo es la de su habitación, que da al mar, donde sufrió el accidente que interrumpió su juventud. Desde entonces, su único deseo es morir dignamente. En su vida ejercen una gran influencia dos mujeres: Julia (Belén Rueda), una abogada que apoya su causa, y Rosa (Lola Dueñas), una vecina que intenta convencerlo de que vivir ... [+]
16 de noviembre de 2009
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sólo por las interpretaciones y por lo impecable -técnicamente- que resulta, hay que reconocer que es una buena película. No se pierde el interés en ningún momento. A pesar de la extrema dificultad, consigue mantener la tensión durante todo el rato sin que le flojee el pulso un instante. Una buena historia muy bien contada. Con películas como esta no es difícil sumergirse en el relato y dejarse llevar por el buen cine.

La pega puede surgir según el concepto que tenga uno de la eutanasia. Es una sombra que planea a lo largo de todo el metraje. Al igual que puede molestar la visión simplista y manipuladora de los planteamientos de la Iglesia y de los que están en contra de la eutanasia, la consideración que le merece ésta al director condiciona la acción, y es la grieta por la que uno puede escaparse del sueño.

Aun sin ser mi caso, aun siendo partidario de la eutanasia, lo que me chirría en esta película es el modo que tiene de convertir en heroico lo que no es sino triste y cruel. Amenábar hace trampa convirtiendo la lucha de Sampedro en algo admirable, y eliminando casi cualquier rastro de sordidez y desesperación. La de Sampedro es una desesperación causada por su imposibilidad de morir, pero yo -al menos- no acabo de verla como algo provocado por la imposibilidad de vivir, con la terrible contradicción que encierra.

La decisión de quitarse de en medio no puede ser vista como un triunfo. No creo que ni el propio Sampedro real lo viera así. No creo que se considerase un héroe, no creo que considerase su muerte un triunfo. Si hicieramos un relato verídico y realista del caso tendría que ser un relato tenebroso, desesperante, algo demasiado oscuro como para poder soportarlo.

Sampedro lucha por que le dejen ser libre, dueño de su vida y de su muerte. Yo me identifico con esa lucha, pero no me gusta que se convierta ese último acto de definitiva derrota, de rendición incondicional, de inmersión en las tinieblas, en un glamouroso espectáculo de superación personal y de victoria contra las "fuerzas del mal". No, en realidad darle un trago a ese vaso de cianuro es un resignado y deprimente chapuzón en la basura.

Sólo entendería que ese canto al heroísmo que entona Amenábar estuviera dedicado al que lucha por pasar lo mejor posible los cuato días que estamos en escena, a la lucha por vivir con dignidad, no por morir con dignidad. Como si tal cosa fuera posible...
Pepe L
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