Este es un caso excepcional: una superproducción superaparatosa que, al contrario que tantas otras del estilo, en lugar de resultar tediosa, nos parece deliciosa.
La Conquista del Oeste dura dos horas y media largas, consta de cuatro episodios no muy bien hilvanados, todo está al servicio del espectáculo visual (y de la glorificación yanqui) y, sin embargo, funciona: no sólo es muy bella visualmente y no sólo nos permite ver a actores magníficos en su mejor momento, es que también tiene dramatismo y fuerza narrativa en abundancia. Y por una vez se dio un óscar justo al mejor guion. Y los diálogos y el trazo de los personajes son óptimos. Y qué decir de la banda sonora
Maravilloso western, pues. Quizá la culminación de la edad dorada del género, aunque naturalmente podamos preferir otros de mayor grandeza o intensidad cinematográfica.