Sin embargo, después de muchos años y contra todo lo que nos intentaron hacer creer, nos damos cuenta de que Nueva York es mucho más pozo de lo que creíamos. Es aburridísimo, la gente vive en pisos diminutos y se siente más sola que en su lecho de muerte. La vida se limita a dar paseos en escenarios que nos hacen sentir insignificantes y a la certeza de que nunca destacaremos en nada.

En los dos lugares se viven vidas grises, pero en el país de la gente con cara marciana que no folla nada, por lo menos se puede todavía quedar para comer con los colegas de la infancia en un sitio medio decente. Al final, Na Young no era un nombre tan ridículo como pensábamos.

De nuestra pasada vida coreana no nos queda nada salvo la etiqueta de "Korean". Bueno, también nos queda una anecdotilla algo estúpida y esotérica sobre las almas que se cruzaron en otra vida y no sé qué. Nunca creímos en esta chorrada, pero ahora nos agarramos a ella como a un clavo hirviendo.

Un día se nos aparece el pagafantas aquel que llevamos media vida mandando a paseo porque no nos llega ni a la altura del zapato. Y quizá por el vacío que sentimos o porque nos recuerda nuestro fracaso, no estamos preparados para esta emboscada.

Te deja reventado.