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Voto de P466S:
8
7,6
1.712
Drama
"No codiciarás los bienes ajenos": Un hombre muere dejando una colección de sellos de gran valor. Sus dos hijos, Jerzy y Artur, que son los herederos, advierten que falta un sello para completar una valiosa serie. Décimo (y último) de los diez mediometrajes que constituyen el llamado "Decálogo" y que se inspiran en los Diez Mandamientos. (FILMAFFINITY)
25 de mayo de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Último episodio de la magnífica serie de películas cortas realizadas por Kieslowski para la televisión de su país. Se trata del más diferente de todos ellos por primar el tono de comedia sobre el trágico (que lo tiene). Este capítulo trata el tema de la codicia, desde un prisma muy particular, pero, repito, se aleja del drama, acercándose a otros géneros como la comedia, el suspense, la sátira e incluso el thriller policíaco.
Una de las cosas que más me han gustado es el hecho de que consigue mantener el interés en una trama de robos, timos, traiciones y obsesiones sin recurrir a efectismos de ningún tipo. Aquí no se mueven cantidades multimillonarias, no hay superpolicías ni criminales tremendamente peligrosos, no hay apenas sangre ni violencia más allá de lo anecdótico, ni mujeres fatales, ni glamour, ni nada de esas cosas con las que se aderezan este tipo de historias. Sin embargo, consigue engancharte a base de: Presentarte personajes interesantes en su evolución ante los hechos que les afectan, sentido del humor, detallismo costumbrista, elegancia narrativa, cierto misterio, e ingeniosos giros en los acontecimientos. Por supuesto, entre líneas de esta trama se encuentran las habituales propuestas morales, filosóficas e incluso psicológicas habituales de la saga y, en general, del cine de este autor. No obstante, su carácter más lúdico y festivo con respecto al resto de capítulos convierte este último episodio en una especie de traca final que resulta de lo más apropiada y deja con un muy buen sabor de boca.
No me importa ser reiterativo con respecto a mis críticas de los anteriores fragmentos del decálogo, para decir que nuevamente los actores están geniales, sobre todo Zbigniew Zamachowski, que posteriormente volvió a trabajar con Kieslowski para protagonizar “Blanco” (película que forma parte de la aclamada trilogía dirigida por el autor en Francia y en la que también participa con un papel secundario Jerzy Stuhr, el otro protagonista de esta última parte de “Decálogo”) y que la fotografía, música y la dirección en general son ciertamente maravillosas. Con respecto a la música sorprende y divierte la inclusión de dos temas de corte punk para abrir y cerrar el capítulo que parecen incluidos para subrayar el carácter rebelde e inconformista de la obra de una forma más enérgica y combativa.
El tono más juguetón de esta última parte del decálogo, se ve también reflejado en una mayor y más explícita conexión con otros episodios. Por ejemplo, uno de los personajes ya había sido mostrado como personaje anecdótico en el capítulo 8 “No mentirás”, curiosamente su papel es mucho más importante en este capítulo, pero no aparece ni una sola vez en pantalla por razones que se aclaran en el spoiler. También vuelve a aparecer brevemente y de forma nada forzada el melancólico chico protagonista del sexto episodio.
Una de las cosas que más me han gustado es el hecho de que consigue mantener el interés en una trama de robos, timos, traiciones y obsesiones sin recurrir a efectismos de ningún tipo. Aquí no se mueven cantidades multimillonarias, no hay superpolicías ni criminales tremendamente peligrosos, no hay apenas sangre ni violencia más allá de lo anecdótico, ni mujeres fatales, ni glamour, ni nada de esas cosas con las que se aderezan este tipo de historias. Sin embargo, consigue engancharte a base de: Presentarte personajes interesantes en su evolución ante los hechos que les afectan, sentido del humor, detallismo costumbrista, elegancia narrativa, cierto misterio, e ingeniosos giros en los acontecimientos. Por supuesto, entre líneas de esta trama se encuentran las habituales propuestas morales, filosóficas e incluso psicológicas habituales de la saga y, en general, del cine de este autor. No obstante, su carácter más lúdico y festivo con respecto al resto de capítulos convierte este último episodio en una especie de traca final que resulta de lo más apropiada y deja con un muy buen sabor de boca.
No me importa ser reiterativo con respecto a mis críticas de los anteriores fragmentos del decálogo, para decir que nuevamente los actores están geniales, sobre todo Zbigniew Zamachowski, que posteriormente volvió a trabajar con Kieslowski para protagonizar “Blanco” (película que forma parte de la aclamada trilogía dirigida por el autor en Francia y en la que también participa con un papel secundario Jerzy Stuhr, el otro protagonista de esta última parte de “Decálogo”) y que la fotografía, música y la dirección en general son ciertamente maravillosas. Con respecto a la música sorprende y divierte la inclusión de dos temas de corte punk para abrir y cerrar el capítulo que parecen incluidos para subrayar el carácter rebelde e inconformista de la obra de una forma más enérgica y combativa.
El tono más juguetón de esta última parte del decálogo, se ve también reflejado en una mayor y más explícita conexión con otros episodios. Por ejemplo, uno de los personajes ya había sido mostrado como personaje anecdótico en el capítulo 8 “No mentirás”, curiosamente su papel es mucho más importante en este capítulo, pero no aparece ni una sola vez en pantalla por razones que se aclaran en el spoiler. También vuelve a aparecer brevemente y de forma nada forzada el melancólico chico protagonista del sexto episodio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La historia comienza con el reencuentro de dos hermanos que hace tiempo que no se ven y llevan vidas muy diferentes (uno es un cantante punk y el otro tiene un trabajo más usual y es padre de familia). El encuentro se produce en el funeral de su padre (personaje que ya conocíamos por ser el entrañable vecino de la profesora que protagoniza el octavo episodio) con el que tampoco mantenían relación y al que guardaban cierto rencor por haber sido un hombre rácano que vivía en su propio mundo.
Al analizar la herencia descubren que su padre malvivía en uno de los pisos de los omnipresentes bloques que aparecen durante toda la serie. Había transformado el piso en un bunker acorazado donde guardaba celosamente su valiosa colección de sellos (el trabajo de toda una vida). Al enterarse del valor de la citada colección, por ciertas y divertidas peripecias (encuentro con un vecino al que el padre debía dinero, visita a un excéntrico filatélico,…), ambos hermanos, cada uno a su manera, comienzan a obsesionarse con el legado de su padre y progresivamente comienzan a transformar su estilo de vida y por otra parte a recuperar el vínculo que les unía en la infancia, a la que parece quieren regresar en una especie de síndrome de Peter Pan transitorio.
Como no podía ser de otra manera, la trama arranca con un pequeño desastre (la pérdida de unos valiosos sellos que, sin conocer su valor, el hermano mayor le había regalado a su hijo pequeño al que timan para hacerse con ellos), al intentar recuperarlos entran en contacto, primero de forma conflictiva y más tarde cooperativa, con un misterioso negociante de sellos que les arrastra en la búsqueda del único y más valioso sello que su padre no pudo conseguir. A partir de aquí no quiero revelar más detalles de la trama (a pesar de ser la sección de spoiler) y simplemente comentaré que se incluyen un divertidísimo fragmento relacionado con un enorme dogo alemán (AKA gran danés), una escena de robo de una belleza y elegancia que ya pudieran tomar nota algunos y un acto de sacrificio y compromiso personal (la donación de un riñón) notablemente tragicómico, al igual que el final del capítulo en el que te quedas con una ambigua sensación en la que, al igual que los protagonistas, no sabes si reír o llorar.
Con éste se cierra, de forma más que satisfactoria, una de las, para mí, cumbres del cine de todos los tiempos y la mejor serie de televisión de la historia (junto a “Yo Claudio”). Volveré a verla y a repasarla mentalmente para realizar la crítica del conjunto de la serie ya que en Filmaffinity han tenido la gentileza de incluir no sólo la ficha de cada episodio por separado si no también de la obra en su conjunto. Ya les contare…
Al analizar la herencia descubren que su padre malvivía en uno de los pisos de los omnipresentes bloques que aparecen durante toda la serie. Había transformado el piso en un bunker acorazado donde guardaba celosamente su valiosa colección de sellos (el trabajo de toda una vida). Al enterarse del valor de la citada colección, por ciertas y divertidas peripecias (encuentro con un vecino al que el padre debía dinero, visita a un excéntrico filatélico,…), ambos hermanos, cada uno a su manera, comienzan a obsesionarse con el legado de su padre y progresivamente comienzan a transformar su estilo de vida y por otra parte a recuperar el vínculo que les unía en la infancia, a la que parece quieren regresar en una especie de síndrome de Peter Pan transitorio.
Como no podía ser de otra manera, la trama arranca con un pequeño desastre (la pérdida de unos valiosos sellos que, sin conocer su valor, el hermano mayor le había regalado a su hijo pequeño al que timan para hacerse con ellos), al intentar recuperarlos entran en contacto, primero de forma conflictiva y más tarde cooperativa, con un misterioso negociante de sellos que les arrastra en la búsqueda del único y más valioso sello que su padre no pudo conseguir. A partir de aquí no quiero revelar más detalles de la trama (a pesar de ser la sección de spoiler) y simplemente comentaré que se incluyen un divertidísimo fragmento relacionado con un enorme dogo alemán (AKA gran danés), una escena de robo de una belleza y elegancia que ya pudieran tomar nota algunos y un acto de sacrificio y compromiso personal (la donación de un riñón) notablemente tragicómico, al igual que el final del capítulo en el que te quedas con una ambigua sensación en la que, al igual que los protagonistas, no sabes si reír o llorar.
Con éste se cierra, de forma más que satisfactoria, una de las, para mí, cumbres del cine de todos los tiempos y la mejor serie de televisión de la historia (junto a “Yo Claudio”). Volveré a verla y a repasarla mentalmente para realizar la crítica del conjunto de la serie ya que en Filmaffinity han tenido la gentileza de incluir no sólo la ficha de cada episodio por separado si no también de la obra en su conjunto. Ya les contare…