Con poco más de 3 elementos: un hombre, un teléfono y un mechero, Rodrigo Cortés nos ha dado una clase magistral de cine. La historia de Enterrado comienza con eso, un plano cerrado y oscuro que nos descubre a un hombre enterrado. Interpretado con soberbia por Ryan Reynolds, la cinta cuenta la historia de un conductor americano que se despierta atrapado en un ataúd de madera cuya ubicación es una incógnita para todos.

Y a partir de ahí, un ingenioso guión atrapa durante la siguiente hora y media al espectador en una espiral de tensión creciente que se ve magnificada por la imposibilidad de cambiar de escenario. El hilo conductor del argumento son las llamadas a un móvil, que se suceden en una vertiginosa cuenta atrás entretejiendo y complicando el bagaje emocional de Paul Conroy, el único protagonista.

Pero no sólo es Enterrado una película de sentimientos, sino también es una crítica feroz a la guerra en primer término y a la burocracia en plano posterior. Los conversaciones telefónica son diálogos enfermizos y trágicos a su vez, pero lo son por puramente realistas. El guionista Chris Sparling mueve los hilos de las palabras como si de agujas se tratasen, clavándolas con sorprendente puntería donde a la sociedad americana más le duele.