Concretamente la del glande. Cualquier anciano que haya pasado por una guerra sentiría vergüenza ajena del retrato tan patético y chapucero que se hace de ellos en esta película. Si el objetivo era retratar la senilidad de una pareja de ancianos, el resultado es excelente. Pero tratar de narrar un acontecimiento dramático y extraordinario como si fuera una batallita de abuelo pedorro, pues francamente aburre y mucho.
Que la generación que se retrata vivió en sus carnes dos guerras mundiales, joder. Que a nadie ha curtido la vida tan duramente. Que sus reacciones no pueden ser tan imbéciles (Va a caer una bomba nuclear y la mujer se preocupa por recoger la ropa tendida). Que un ingenuo no tiene por qué ser idiota (tras caer la bomba: hmm, huele a carne asada. Sí, deben ser los vecinos que están cenando). O quizá es que era un humor tan negro que yo no lo he pillado.
El hombre narra sus batallitas en la II Guerra Mundial como si contase fantásticas aventuras. Bien. Y después se extraña de que no haya agua corriente tras el bombardeo. Venga hombre, tira por ahí.
Y sobre la oración final de los ancianos no hablo porque me pongo todavía de peor humor. ¿Y esto se hizo en 1986? Vaya mierdaca.

20 años antes se realizó una película muchísimo más terrorífica, contundente y realista: "El juego de la guerra". Recomendabilísima.