Una condesa vende unos pendientes que le regaló su marido; sin embargo, los pendientes volverán a su vida de manera inesperada.

Tres personajes que se mueven por un mundo de lujo y frivolidad se ven envueltos en una trama amorosa; poco a poco irán despojándose de las capas con las que han cubierto su personalidad, liberándose de las ataduras de las apariencias, revelando su verdadero ser cuando los sentimientos afloren, con consecuencias fatales. Max Ophüls se vale de largos planos y fabulosos movimientos de cámara, realizados con exquisitez, para presentarnos una historia preñada de romanticismo donde fluyen con asombrosa ligereza y poderosa sensualidad unas pasiones transformadoras.

Asistimos a un desfile de simetrías y repeticiones, escaleras y espejos. El detalle de los pendientes, sujetos a una peripecia durante la cual irán cargándose de significado, ilustra el devenir de unas almas aburridas que encuentran un motivo para la felicidad y el tormento. Las interpretaciones de los actores principales -Darrieux, Boyer y De Sica- rayan a gran altura y redondean un producto elegante y hermoso, único.