Así como es este viaje onírico que deambula por diferentes niveles, esta película transcurre por todo tipo de estación. Desde la mejor demostración de narrativa y técnica, hasta lo más incomprensible de su trama. Lo cierto es su corte totalmente experimental, libre de cualquier convencionalismo, que habla sobre la vida injusta y sus ataduras terrenales.
En primer plano aparece Oscar (Brown) quien vive con su hermana Linda (De la Huerta) en Tokyo, Japón. El joven, drogadicto, mantiene un fuerte lazo con ella, sin embargo, las circunstancias cambian cuando un día es asediado por la policía y muere de un disparo. Su alma se desprende de su cuerpo, y sin intención de abandonar este mundo, cae en su subconsciente recordando diferentes etapas de su vida y vaga por la ciudad observando a sus conocidos.
Noé ofrece dos visiones del filme bajo el nombre del mismo: la entrada y el vacío. La primera parte de la película (más corta que la segunda) ubica la perspectiva del protagonista con una cámara en primera persona o “point of view” recorriendo su cotidianeidad, además de convertir audiblemente los pensamientos del muchacho. Luego del asesinato, la segunda parte se ejecuta, lo que da a entender el problema central: la fracasada relación familiar y el pacto entre los hermanos. En esto, el dolor y la pérdida tomaran la partida sobre la impotencia del espíritu al convertirse en un simple observador.
El director convierte esto en cine de autor al dirigir su propio guion y convertirlo en algo único. Es un punto de partida, donde se aprecia innovaciones técnicas y una narrativa diluida en el estilo y forma que logra imprimirle. La primera hora del filme alcanza un gran nivel, donde también se unen edición y fotografía en mostrar la historia.
Sin embargo, desde muy temprano se empieza a evidenciar una debilidad en su ritmo. Constantemente se reiteran ideas y se repiten escenas afectando bastante el tiempo en pantalla. Es ahí donde se tiene mucho más metraje del debido, además de obsesionarse en exceso con el clímax. Asimismo, el hecho de comentar un libro al inicio de la cinta acondiciona totalmente la película; se sabe desde su inicio por donde irá el argumento, lo que dificulta su desarrollo.
Una de cal y otra de arena. Por lo menos, “Enter the void” es válida para acceder a la visión del director y observar cómo se utiliza la creatividad sin límites. Finalizada queda la sensación de haber visto una película única, y si en un futuro aparece algo similar, definitivamente será referenciada.

Calificación: 7 (Entretenida)