No se si en realidad me gusta el gore. Tan solo lo veo cuando mis estados de depresión o ira logran dominarme y necesito algo más fuerte con lo que apaciguarme y disfrutar de torturas ajenas.
Mi primera experiencia con este género fue a una edad quizá demasiado temprana, con el remake norteamericano de I Spit on your Grave; sus peores escenas me llevaron a taparme los ojos dejando huecos que permitieran entrever, algo similar a lo que le pasaba a Ángela en Tesis.
No regresé a este género hasta hace unos días, con la saga japonesa de Guinea Pig. Debo confesar que llegaron a impactarme. Escalé y escalé..., Saló, A Serbian Film... Sin embargo, no era perturbador, tan solo los productores abusaban de sangre falsa para conseguir un producto impresionante. Escenas que luego te permiten dormir con tranquilidad, a sabiendas de que todo era superficial.
Sin embargo, Requiem por un sueño es terrible. Quizá la película que haya visto en mi vida.
Su manera de reflejar la dependencia a la droga, y los actos que esta adicción los lleva a realizar es semejante a una inyección de repulsión hacia esta misma. Luego de ver Requiem por un sueño nadie pensará siquiera en drogarse. Y hay que dar gracias por eso.