De nuevo el Woody de siempre, el genial, el auténtico. El que ha hecho la misma película cuarenta veces y mola seguir volviendo a redescubrir. Es como la dosis anual de acidez y corrosión que necesitamos para soportar nuestra leucemia mental y él la suya propia. De vuelta a sí mismo, apartado de las irradiaciones Bergmanianas de "Match Point", es una especie de regreso al Grushenko, aunque, obviamente, de otra manera, pero en el fondo la misma.

Si al igual que Chaplin, Woody se presentase a un concurso de imitadores de sí mismo, es muy probable que quedase de segundo. Larry David se llevaría el premio y aquí lo demuestra con creces. La Rachel Wood mola al igual que en su día molaron Mira Sorvino y otras muchas y como es de suponer, el guión es el mismo clavo que recibe martillazo tras martillazo, pero que sigue siendo incapaz de atravesar el hormigón armado, independientemente que el martillo sea manejado por el Hulk. En eso consiste todo.

Bienvenido de nuevo. La cosa sigue funcionando Sr. Allen.