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España España · Granada
Voto de Kikivall:
7
Comedia. Drama. Fantástico. Thriller Vincent empieza a ser atacado por la gente que lo rodea sin motivo aparente. Su anodina existencia se descontrola y, conforme la violencia crece, no tiene más remedio que huir. Pero ¿adónde?
27 de marzo de 2024
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Stéphane Castang desarrolla confiadamente su primer largometraje, colocando su historia en un mundo normal e incluso anodino, en el que empiezan a suceder cosas extrañas y apocalípticas.

En la historia, Vincent Borel (Leklou) es un hombre joven regordete, un apacible diseñador gráfico de Lyon que vive tranquilo, va al trabajo en bicicleta, y se lleva bien con sus compañeros y vecinos. Un joven como tantos, separado y sin mayores exigencias familiares. Es pacífico y nada hace pensar que vaya a ser protagonista de intimidación, ataques y odio en su rededor.

Pero de repente, la gente siente el raro impulso y la necesidad de agredirle, se diría de matarle, sin que se sepa el por qué. Un día, en la oficina, sufre una ataque imprevisto y no provocado por parte de un becario que intenta golpearlo en la cabeza con un ordenador portátil. Le sigue un nuevo ataque de un colega que lo apuñala brutalmente con un bolígrafo.

Una especie de microbio o virus hace que le ataquen a él en particular cuando le miran a la cara. Su anodina existencia se descontrola y, conforme la violencia crece, no tiene más remedio que huir sin saber bien adónde.

Esta cinta podría considerarse una metáfora de la violencia que inunda y que es inherente a esta sociedad de la prisa, del tumulto, de estrés. Un mundo en el que abundan insultos, ejecuciones o linchamientos, sobre todo a través de las ondas de Internet y telefonía móvil.

Con un guion muy particular de Mathieu Naert, esta peli habla de la soledad, pues bajo el aparente manto de la conectividad instantánea por móvil u otros, la realidad es que vivimos una sociedad en la que la soledad constituye una seria y amenazante pandemia.

La obra de Castang es, entre otras, una alegoría de cómo se genera violencia en lugares aparentemente apacibles o civilizados. Pero donde también, a pesar de la bruma agresiva que preside nuestro mundo (thanatos), está la presencia del amor (eros). Tenemos el romance en el encuentro casual de Vincent con la camarera y alma perdida Margaux (Pons), aunque la intimidad es peligrosa también. Ambos personajes alternan episodios de violencia y amor, pasión y ternura.

El contacto visual desencadena nuevos ataques; los amigos se convierten en potenciales enemigos; los familiares no son garantía de seguridad. Una mirada equivocada puede transformar a los hijos del vecino en pequeños demonios embrutecidos. Un encuentro amistoso se vuelve desagradable y termina en un feroz combate cuerpo a cuerpo. Sólo le acompaña un amigo incondicional: un perro de nombre Sultán.

El debutante Castang hace una mezcla de géneros cinematográficos en esta historia de amor-odio-muerte-vida, que habla de incomunicación y delirio, pero también puede tener una lectura como símbolo de la persecución que se produce en las redes sociales.

Tiene del mismo modo una equivalencia con esos filmes en que los zombis atacan sin piedad y sin descanso, donde hay saña y crimen crudo de unos contra otros y todos contra todos, que consigue provocar angustia.

Hay más de catorce peleas en la película, una violencia cotidiana y creíble. No una violencia hollywoodiense, sino gente normal que se agrede y golpea. Una violencia absurda e inútil con momentos de comicidad.

De igual manera hay episodios de lucha muy cruda, como la disputa a muerte entre Vincent y un contrincante en una fosa séptica, una escena muy intensa donde al ímpetu, se une la suciedad, la fetidez, dos hombres golpeándose y queriéndose ahogar en la pura hediondez negra de cuanta porquería es imaginable.

Pero, como decía, también el libreto de Mathieu Naert intercala una hermosa historia de amor en un mundo tan cruel y esquizoide, lo cual es una buena forma de plantear de manera convincente un relato realista y feroz a la vez. El amor como remedio, como lenitivo, como resorte para sobrevivir en un mundo que s va cuesta abajo.

El reparto es convincente, destacando un Karim Leklou que encarna con solvencia el papel protagonista, un pobre y sufridor hombre que sin venir a cuento se ha convertido en una especie de chivo expiatorio al que todos agreden. Acompaña como camarera amante y peligrosa también, Vimala Pons, que está muy bien; y acompaña un reparto eficiente y conjuntado.

Los tonos elegidos por el director junto con su director de fotografía Manuel Decosse, son muy adecuados, con un leve tinte de humor negro y la comprensible angustia del protagonista, que no obstante va perdiendo su brío, originalidad y tensión conforme avanza el metraje.

Castang y Naert construyen de manera inteligente una obra de seres agrediendo sin coto, hombres y mujeres conducidos por un impulso destructor, lo que puede recordar a Hitchcock en Los pájaros o películas de zombis como las que realizó George A. Romero.

Película que tiene ritmo y sacudidas. Castang mantiene un impulso enérgico con el espectador. La música de John Kaced se hace eco de las partituras de John Carpenter, lo que agudiza la inquietud. Pero están también los momentos de reflexión sobre las duras realidades de este nuevo mundo y lo que tal vez está por venir.

Publicado en revista ENCADENADOS: https://encadenados.org/criticas/vincent-debe-morir-2/
Kikivall
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