Esta realización cinematográfica, ambientada en los deslumbrantes y exóticos paisajes de la India, geográficos y arquitectónicos, exhibe un drama que además de que atañe a la psicología de los personajes, concierne también a una disparidad cultural entre dos civilizaciones con grandes diferencias. Una joven mujer y su madre, las dos inglesas, son invitadas a unas cuevas labradas con bajorrelieves de la mano de un guía indio muy servicial. Esa excursión, por razones que no corresponde describir aquí generan en la joven británica, que tiene una educación muy conservadora, diríamos muy victoriana, una reacción que, en última instancia, se traduce en la acusación ante la justicia penal del simpático guía bajo el cargo de abuso sexual. Todas las implicancias de estas diferencias de criterio, tanto en la interpretación de los hechos del caso como en su resolución, están presentes. La actuación del iraní que personifica al guía es muy agradable, muy convincente. La película exhibe, además, una relación de división del trabajo muy clara entre los dominadores (británicos) y los sojuzgados (indios), una verdadera vinculación entre amos y súbditos que se nota muy bien, por ejemplo, en la actitud del guía que, permanentemente con una sonrisa en los labios, se deshace en ademanes de amabilidad y atención hacia los británicos que rayan en la genuflexión. Es una película, en fin, que muestra dos mundos culturales contrapuestos que genera inevitablemente roces, discrepancias apuntalado por un guión inteligente.