Remake de una de las películas de vampiros que más miedo sigue dando (la de Murnau, del lejanísimo 1922), lo mejor que se puede decir de la de Herzog es que, por su atmósfera y esfuerzo de ambientación, parece de verdad un cuentecito gótico del Romanticismo alemán. Ahí se acaban los puntos positivos.

Y es que "Nosferatu, vampiro de la noche" es un plúmbeo largometraje que, pese a no durar mucho, cuesta horrores seguir con interés. Puede que por la extraña apatía de un actorazo como Bruno Ganz, o porque no me creo a Klaus Kinski, que no sé si voluntariamente o no protagoniza momentos cómicos (debe ser problema mío, pero es que con el padre de Nastassja siempre me da la risa, ya salga en un spaghetti western o haga de conquistador español). También cansa el perenne tonito pretencioso de Herzog (y oye, me gustaron "Fitzcarraldo" y "Aguirre") y aburre que meta la música del Popol Vuh hasta para ir al cuarto de baño.

Una pena porque con todo lo que había pintaba a peliculón, además de que está la siempre perturbadora Isabelle Adjani. Pero todo se queda en un pobre remedo de relato corto de terror.