Hay personas extremadamente preocupadas por vivir de continuo en una guerra. Hay mandatarios empeñados en levantar muros entre ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda, directoras de cine interesadísimas en vestir de militares a los que le hacen la vida imposible a no sé qué cónyuges e incluso Laia Marull, multiganadora del Goya y protagonista de TE DOY MIS OJOS, ha dicho la semana pasada que la gente de derechas, en España, es una gente muy rancia y muy facha.
TE DOY MIS OJOS, que cuenta de la terrible, terrible lacra de las mujeres maltratadas, es de esas películas que el aficionado a Filmaffinity debe puntuar positivamente si no quiere ser objeto de todos los anatemas imaginables. Y, no siendo un mal intento, que todos los intentos son de halagar si se trata de colocar el foco en un tema como este, tampoco es mentira que hay aspectos en la cinta que fuera preferible soslayar: acaso el histrionismo de Rosa María Sardá, que por momentos parece a punto de proponerle a Honorato aquello de poner la tele un rato, y lo esperpéntico del personaje, de los personajes, de Antonio de la Torre y resto de la pandilla: si no fuera Icíar Bollaín alguien acreditado como una persona no rancia, no facha, serían muchos los que vendrían a encontrar, en esas escenas, una absoluta y execrable falta de delicadeza.
Dicho todo lo anterior, es ahora el turno, claro, de todos los ciudadanos de primera y de sus fusiles.