Es complicado ver a Jerry Lewis, considerando además la leyenda de la que es protagonista, convertido en alguien tan avinagrado. Al parecer, incluso, era un humanitario de postín: es horrible encontrarlo, en ciertos momentos de EL REY DE LA COMEDIA, tan hosco, con esa cara de palo.
EL REY DE LA COMEDIA, del maestro Scorsese, habla de castillos en el aire y de sueños por cumplir. También de viajes a la luna, claro. Rupert Pupkin, tenaz y diligente, el fan número uno de Jerry Langford, busca la fama por lo civil o por lo criminal y, junto a su amiga Masha, interpretada por Sandra Bernhard, el chiste malo de la película, despliega todo un catálogo de invenciones, ardides y ceremonias para granjearse las simpatías de su gran ídolo.
No es un delito federal EL REY DE LA COMEDIA, sino una película dolorosa y buena. Robert De Niro está descomunal y, en verdad, lo trágico y lo terrible se transforman, por obra del pequeño Marty, en una perfecta parodia.
Resulta muy difícil apostar por alguien a ciegas en el mundo del espectáculo. Pero sería fantástico volver a aquellos maravillosos años y jugarse hasta la camisa por el éxito futuro de ese binomio infalible que, por más de cuatro décadas, han formado y siguen formando Martin Charles Scorsese y Robert Anthony De Niro.