Pero ¿este hombre no duerme? Larry trabaja de noche en una jornada imposible de cinco de la tarde hasta el amanecer; luego se queda por allí en el museo un rato más, estudia Historia, lee libros, ve a su hijo y tiene tiempo de tomarse un café con la guapa guía del museo. Todo sin un bostezo ni una mala cara. Que aguante.

Menos divertida y disparatada que la segunda entrega, pero mejor en tanto argumento, cohesión y estructura. La verdad es que la idea es de lo más simpática, aunque quizá no esté explotada todo lo que podría estarlo, y esta «Noche en el museo» va perdiendo algo de chispa a medida que avanza. Respecto a los personajes, he de decir que el mono es inaguantable, un ser que me daban ganas de estrangular con la misma compasión que él muestra hacia cierto hombre prehistórico. También llama la atención, entre la sorpresa y la incredulidad, que el protagonista no sepa (¡atención!) quién descubrió América. ¿Será un reflejo de la realidad estadounidense? Me quedo sin palabras.

A Ben Stiller (a quien esta vez le he encontrado un enorme parecido con Tom Cruise, pero en feo, claro) lo he visto bien, a pesar de que ese atropellamiento al hablar cansa un pelín. Muy curioso encontrarse con el anciano Mickey Rooney haciendo de vigilante cascarrabias, hombre a quien ya no puedo ver de la misma manera desde que supe que fue el primer marido de Ava Gardner. Ya, ya, lo sé.

En definitiva, una película familiar, sin bromas desagradables, bastante amena y que hace, a su modo, un tributo a la cultura. Aceptable.